LA GRAN DEPRESIÓN
Enrique Campos Suárez
Si lo que quería el presidente Andrés Manuel López Obrador era generar una reacción positiva de los mercados y de los ciudadanos ante la reacción cambiaria y bursátil, por el anuncio de la renegociación de una parte de la deuda de Petróleos Mexicanos, eligió un muy mal día para ello.
Justo el día en que China y Estados Unidos disparan sus más poderosos obuses en medio de la guerra comercial, llega este anuncio.
Por lo demás, es una noticia muy positiva que el gobierno federal haya logrado que tres instituciones bancarias internacionales acordaran otorgar un préstamo a la alicaída empresa petrolera mexicana.
El crédito sindicado hasta por 8,000 millones de dólares que acordó Pemex, con el aval del gobierno mexicano, permite mejorar los plazos y las tasas de interés que paga una parte del endeudamiento de la petrolera.
Pero a diferencia de las épocas de los neoporfiristas, que habrían anunciado el acuerdo con J.P. Morgan, HSBC y Mizuho Securities, a través de un comunicado y quizá una conferencia de los financieros del gobierno federal, aquí se convoca al bombo y platillo de la conferencia matutina, con todo y desmañanada de los banqueros acreedores.
El montaje incluía el rasgado de vestiduras de sus analistas y periodistas que tomaban esto como una evidencia de cómo la prensa fifí desacreditaba a Pemex, sus proyectos absurdos y a sus funcionarios, mientras que los banqueros del mundo generosamente abrían la cartera para respaldar al Pemex de la 4T.
Sólo que ésta es una operación de lo más neoliberal que puede existir, porque estos bancos sólo pueden acceder a un préstamo de este tamaño si tienen las garantías suficientes de que van a cobrar.
El cambio que vimos desde Palacio Nacional es que ahora la empresa petrolera se endeuda con “riesgo México” y no con “riesgo Pemex”. Lo cual, a estas alturas, no podría ser de otra manera.
¿Alguien dejó de notar quién firmaba por parte del gobierno mexicano el contrato crediticio entre los tres bancos globales y la empresa petrolera?
Sí, la firma plasmada en ese documento es la del presidente de la República. O sea que Pemex obtuvo 8,000 millones de pesos en créditos para refinanciar su deuda con cargo al riesgo país de la deuda soberana mexicana.
El monto de la deuda de la petrolera, que supera los 100,000 millones de dólares, más su baja producción de crudo, además de sus equivocados proyectos de inversión en refinación y no en extracción, con el agregado de las dudas sobre la capacidad profesional de su directiva, harían de prestar a Pemex un negocio de muy alto riesgo.
Los bancos privados son negocios que responden a sus accionistas. No cuenta si les gusta o no una forma de hacer política. Ellos ven si el dinero que prestan se puede recuperar. Una vez que analizan ese costo de oportunidad, abren la chequera o le comunican al solicitante que no hay manera. Aquí, en este caso, los tres bancos globales tienen el aval que necesitaban para llevar a cabo la operación.
Así que, si el gobierno mexicano pone la firma de garantía, cambia la perspectiva de los prestamistas. Pemex es como la mona que se viste de seda. El prestigio que tienen las finanzas públicas mexicanas salen al rescate de la empresa. Pero Pemex, con todo y este refinanciamiento, mona se queda con todos sus problemas.
ecampos@nulleleconomista.com.mx
Tomado de El Economista.