En relación con la contingencia ambiental en la Ciudad de México, que los capitalinos tuvieron que sufrir durante varios días de esta semana, es de recordar que, para los veracruzanos, una de las primeras referencias a los temas ecológicos y de cuidado y protección del medio ambiente la tuvimos allá por los años 70s., cuando un visionario Gobernador, Don Rafael Hernández Ochoa, dio las primeras “muestras oficiales” de preocupación por la conservación ecológica, al crear la Dirección de Ecología del Gobierno del Estado, “bisabuela” de la actual Secretaría de Medio Ambiente.
En esa época cursaba yo la prepa y recuerdo que me preguntaba qué era eso y como para qué servía, señal de la nula cultura ecológica tanto de mi parte, como de mi generación.
Al venir a la capital del estado a estudiar en la Facultad de Derecho de la UV en 1979, pasábamos casi todos los días por el Estadio Jalapeño y llamaba mi atención que frente a la entrada del Estadio había unas oficinas que todos denominaban como “Recursos Bióticos”, antecedente del Instituto de Ecología, antes de mudarse a su actual sede junto al Jardín Botánico “Francisco Javier Clavijero”, donde, desde esa época, los científicos, académicos e investigadores en materia de recursos naturales, Medio Ambiente y sustentabilidad, difundían sus investigaciones y hacían llamados a cuidar el medio ambiente, respetar los bosques y selvas y principalmente a cuidar el agua, aunque, en esos tiempos la sociedad, inculta en el tema, los tomaba como ”hipiosones”, “mariguas” e inadaptados sociales, tipos raros encerrados en un mundillo incomprendido por las grandes mayorías nacionales. ¡Dios mío, si al menos los hubiéramos escuchado!
Hoy en día cuando resulta evidente la decadencia de nuestro entorno ecológico y cómo la naturaleza se ha venido cobrando poco a poco todas las afrentas que los humanos le hemos infringido por muy diversas conductas por demás negativas, como la tala inmoderada, la utilización de combustibles fósiles, el desecho inadecuado de la basura, principalmente de plásticos, que inconscientemente van a dar a nuestros mares y ríos, cada vez se escucha más fuerte la voz de los ecologistas clamando por protección para el planeta. Sin embargo, combinaciones desastrosas de gases de efecto invernadero generados por el uso de combustibles fósiles, aunados o juntándose con el humo derivado de incendios forestales provocados, ya sea por descuido del hombre o “naturalmente” por el calentamiento global, parece que la naturaleza y el planeta están mandando un mensaje de ¡YA BASTA!, ¡párenle a su desmadre!. Mensaje para el que Gobierno y sociedad parecen no tener respuesta ni manera de enfrentar porque al parecer los tiempos de prevenir ya pasaron y solo nos queda enfrentar las contingencias como “Dios nos dé a entender”
Veamos; sociedad y gobierno, cuando se lo han propuesto, han logrado grandes cosas y han obtenido además muy buenos resultados “culturizando”- reeducando- a la gente para moderar o cambiar ciertos comportamientos que le hacían daño a la propia gente, tal es el caso del combate al tabaquismo, tema en el que en menos de 2 generaciones pasamos de fumar en cualquier espacio cerrado, así fueran cines, restaurantes, taxis, oficinas e ¡increíble!, hasta en los aviones, a convertirnos en una sociedad intolerante ante el humo del tabaco, que vemos el hecho de fumar como una conducta socialmente incorrecta, y para ello no fueron necesarias sanciones exageradas, coercitivas o punibles, solo pequeñas multas derivadas de reglamentos de convivencia para todos, de tal forma que hoy basta con una mirada de desaprobación de los ciudadanos para que el fumador se abstenga de encender un cigarrillo. En otros temas hemos tenido resultados menos halagadores, como aquella campaña de “Ponga la basura en su lugar” o “¡cierrale!”, a propósito del cuidado del agua o la de “ayuda un poco, aflojando un foco” relativa al no desperdicio de la energía. Mismas que afortunadamente han impactado más y mejor en las nuevas generaciones, pues son los jóvenes los que hoy en día ponen el ejemplo, llamando la atención a aquel que ven tirando basura, botando plástico o desperdiciando el agua o la energía.
Por ello, es de urgente necesidad que la sociedad en su conjunto inicie, a la brevedad posible, un proceso de transformación cuyo resultado sea el advenimiento de una nueva cultura ecológica y de sustentabilidad que haga ver como social y políticamente incorrecto al que bota basura en la calle o al que prende fuego, así sea una conducta inscrita en la ancestral cultura de “roza tumba y quema”, tan arraigada entre nuestras comunidades rurales. Así como el uso y desecho indiscriminado de botellas, vasos, platos, cucharas y bolsas de plástico. Ojalá aun estemos a tiempo de revertir el deterioro de nuestra casa, el planeta Tierra, el que… solo se está defendiendo.