Por supuesto que el presidente de Estados Unidos quisiera despertar hoy, en medio de la cruda de su lanzamiento de campaña de ayer en Orlando, Florida, con la noticia de que la Reserva Federal (Fed) de su país atiende sus deseos de bajar ya las tasas de interés.
Pero las decisiones de política monetaria no responden a esos arranques populistas de quien quiere usar el costo de su moneda como un instrumento de calentamiento económico, sino que cualquier movimiento tiene que ver con un análisis riguroso de las condiciones económicas.
Pero ya hay una mayoría que supera 70% de los que creen que en la reunión del Comité de Mercado Abierto del próximo 31 de julio habrá un primer descenso en la tasa de interés interbancaria.
Si las decisiones del comportamiento del costo del dinero fueran a través de arrebatos verbales, como los de Donald Trump, que ataca lo mismo al presidente del banco central de su país que al del Banco Central Europeo (BCE), de poco servirían los comunicados de decisión de política monetaria. Pero como las palabras de estos banqueros centrales son tan cuidadas, entonces esos comunicados tienen trascendencia para determinar el futuro del comportamiento de la herramienta monetaria.
Por eso es que lo que hoy se espera no es un cambio en la tasa de interés, pero sí un ajuste al discurso de presentación de la perspectiva futura del costo del dinero.
Dicen los expertos en materia de política monetaria que hoy la Fed va a perder la paciencia. Dejará de tener ese discurso de esperar y ver el comportamiento futuro de la economía para tomar una línea discursiva de una actuación en el corto plazo.
Los datos hablan de una inflación controlada, con un registro anualizado en mayo de 1.8%, lo que da margen a la Fed de cumplir con uno de sus objetivos básicos que es mantener a raya el aumento de los precios.
Pero la otra pinza de las obligaciones legales del banco central estadounidense es procurar el pleno empleo y en materia económica hoy existen riesgos de desaceleración como consecuencia de las guerras comerciales que ha emprendido el presidente Donald Trump.
Así que lo que hoy se estima como más probable en el mercado es que la balanza monetaria se incline hacia la reanimación económica a través de reducir pronto el costo del dinero. Pero con la sutileza necesaria para evitar que el regreso de los dólares baratos provoque burbujas en los precios.
Esto es algo que definitivamente no puede entender el inquilino de la Casa Blanca, quien tiene la urgencia de que la economía se mantenga boyante, al menos hasta el día de las elecciones. Por eso es que en sus arranques populistas quiere dictar la política monetaria no sólo del banco central de su propio país, sino también de otras instituciones monetarias.
Ayer le recetó un tuit al presidente del BCE, Mario Draghi, por insinuar estímulos monetarios futuros.
Seguro que Trump envidia a los europeos que contarán con estos esteroides monetarios para su economía y en Estados Unidos no.
Vaya trabajo para la Fed: encausar los nervios de los acelerados mercados y del otro lado cuidarse de los pisotones del elefante republicano que despacha en el Salón Oval de la Casa Blanca.
Tomado de El Economista.