Columnas

La importancia de la inversión privada en México

Es fundamental que el mensaje y las acciones del gobierno tengan un componente que garantice la certidumbre tanto jurídica como financiera para los siguientes años.

El objeto social de la inversión calificada debe ser derrotar las fuerzas oscuras del tiempo y la ignorancia que envuelven nuestro futuro.

John Maynard Keynes, economista británico.

 

La semana pasada tuve la oportunidad de asistir al 10 encuentro bursátil organizado por la Bolsa Mexicana de Valores, en el cual participamos tanto autoridades como los representantes de las empresas emisoras de valores bursátiles en el país.

En el caso de la empresa que dirijo, Fibra Educa, ésta recibió el reconocimiento por ser una de las emisoras que colocó en Bolsa en los últimos 12 meses, siendo una de las contadas que lo hicieron en este periodo caracterizado por la incertidumbre política, económica y financiera.

En el evento participaron servidores públicos de la Secretaría de Hacienda y de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, especialistas en temas económicos financieros y de ciberseguridad para el sector financiero, así como analistas políticos. Todos contribuyeron a que los participantes tengamos un panorama más claro de las perspectivas para el futuro inmediato del país en lo económico, lo político y, fundamentalmente, desde la perspectiva de las inversiones del sector privado.

Resultó particularmente relevante el señalamiento realizado por el subsecretario de Hacienda en el sentido de que si México quiere crecer a tasas superiores a las que en promedio ha crecido las últimas décadas y superar además la tendencia de aún más bajo crecimiento, que se prevé para los siguientes dos años, se requiere de forma indispensable la inversión y participación del sector privado.

Es absolutamente cierto, y precisamente por ello es fundamental que el mensaje y las acciones gobierno tengan, ante todo, un componente que garantice la certidumbre tanto jurídica como financiera para los siguientes años. Para realizar inversiones en un país como México, en la escala y en el tiempo que se requieren, todos los inversionistas privados requieren tener certidumbre de que sus inversiones están garantizadas (en lo legal) y la estabilidad necesaria para buscar, mediante proyectos rentables y eficientes, la rentabilidad y el rendimiento adecuados para premiar a los inversionistas.

En el evento, en los distintos foros quedó en evidencia la importancia trascendental de que el gobierno actual mantenga, como hasta ahora, una visión de disciplina fiscal. En un entorno complejo, en el que se anticipa una desaceleración económica a nivel global, que por condiciones internas podía acentuarse en nuestro país, la disciplina fiscal (que no la astringencia de recursos públicos en sectores prioritarios) es fundamental, porque garantiza la estabilidad de los factores macroeconómicos, que a veces pueden parecer lejanos, pero que tienen implicaciones fundamentales para la vida económica de las familias. Por ejemplo, el déficit público creciente y descontrolado históricamente se traduce casi de manera automática en un crecimiento de la inflación, que termina por deteriorar la capacidad adquisitiva de las familias y cuyos efectos generalmente tienen una duración prolongada.

México ha recibido enormes cantidades de recursos de inversión financiera que, cuando no está asociada a emisiones primarias bursátiles o inversiones directas privadas, tiene un efecto limitado en la creación de empleo y crecimiento económico.

Hoy México tiene indicadores sumamente favorables en la tenencia de bonos mexicanos en manos de extranjeros. Y ello es resultado de una razón simple, la diferencia entre las tasas en Estados Unidos y en México es tan considerable que, aun descontando factores de incertidumbre y riesgo económico y político en México, para cualquier inversionista financiero México sigue siendo altamente rentable.

Hoy, la diferencia entre los bonos mexicanos denominados en dólares a 10 años y los bonos del Tesoro estadounidense a ese mismo plazo es de las mayores para cualquier economía emergente y la más alta para una economía similar a la mexicana.

Un inversionista norteamericano puede pedir prestado en Estados Unidos para invertir en México y tendría una ganancia superior a 4% sin haber realizado ninguna actividad productiva, simplemente por la diferencia entre lo que le costaría el préstamo y el rendimiento elevado que pagan los instrumentos financieros en México.

Incluso las inversiones en la Bolsa Mexicana de Valores, a menos que sean primarias, que se realicen en el momento de la emisión por parte de la empresa que coloca en Bolsa, cuando utiliza esos recursos mayoritariamente para proyectos de inversión productiva, el resto del tiempo no tienen un efecto inmediato en generación de actividad productiva. Por ello, tanto las inversiones financieras en instrumentos de deuda como las inversiones en Bolsa no necesariamente están contribuyendo a un aceleramiento del crecimiento.

De ahí la importancia fundamental de garantizar la estabilidad y la certidumbre que permita que más empresas realicen emisiones en Bolsa, tanto de instrumentos de deuda como de acciones o certificados y que los recursos que se obtengan por esta vía se destinen a proyectos productivos que ahí sí contribuyan a generar más empleo, más crecimiento económico y por ende mayor bienestar para las familias.

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual y profesor en la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y presidente del Consejo para el Fomento de Fondo de Ahorro Educativo de Mexicana de Becas.

Síguelo en Twitter: @martinezsolares

raul@nullmartinezsolares.com.mx

Tomado de El Economista.