Tópicos gays
La Ciudad de México, más allá de que es un tesoro por sí misma, con todo lo bueno y malo que tiene, es de las ciudades más abiertas y con una de las legislaciones más liberales del mundo. Cosa como para sentir orgullo. Ya lo he dicho en otras ocasiones, la preferencia sexual de las personas no es una potestad connatural al hombre y a la mujer, digamos que si la preferencia la referimos a las diferencias físico biológicas que diferencian los cuerpos de hombres y mujeres como género humano.
Y ser gay, homosexual o heterosexual, es una condición biológica natural en el hombre o la mujer que no tiene vuelta de hoja. Para quien piense lo contrario u otra cosa, pues bueno, qué le vamos a hacer, cualquiera que sea su postura distinto a lo dicho al principio es muy respetable, pero difiero. Las cosas son como son.
Creo que tenemos –y debemos- aprender a aceptar a las personas tal como son, independientemente de su preferencia sexual. Y miren que al que lo dice todavía le provoca una especie de shock ver a parejas de chavales o chavalas prodigándose cariño sin el menor rubor y a plena luz de día en cualquier parque público y/o estación del Metro o Metrobus de Ciudad de México, shock que se desvanece cuando instantáneamente recapacito y para mis adentros una voz me dice: “Tranquilo, estás en la capital de la República y aquí esto es normal”. O sea, es la normalidad de allá, no es nada extraordinario, es cosa de todos los días. ¡Ufff!, es la falta de costumbre y probablemente de que ya se está uno haciendo viejo.
Pero qué bueno, ¿no? ¡que caray!
¡Viva el amor, como sea que éste sea!
Y lo anterior lo comento porque el tema de la cultura gay en la Ciudad de México no es algo nuevo, viene de muchos años atrás. En lo legal, hablando de derechos de las minorías –matrimonio- probablemente sea algo no muy nuevo, pero si hablamos de usos y costumbres, hablando de tolerancia y liberalidad sexual, la verdad es que la capital ya tiene mucho camino andado. Haciendo memoria, yo creo que desde finales de los 70 y principios de los 80.
Acabo de ver antier a Leo Zuckermann y a su adlátere de los viernes Julio Patán en ‘Es la hora de opinar’, en donde entrevistaron a un hombre que es un símbolo desde hace muchos años de eso que yo llamo la normalización de la cultura gay en la capital. Me refiero al “francés más mexicano” –como él mismo se define- Henry Donnadieu, fundador del primer antro cultural gay de la capital, el bar ‘El 9’ (Londres 237), allá por 1977, cuando el galo acababa de bajar del avión, uno o dos años antes. El bar por definición era gay o para lo que en ese entonces todavía no se concebía siquiera como un colectivo, pero la verdad no era exclusivo para la comunidad, era abierto a cualquier preferencia sexual, asistía mucha farándula –“famosos” diría Maxime Woodside-, mujeres guapas, María Félix con frecuencia se aparecía por el ‘9’ haciéndole segunda a su hijo Enrique Álvarez Félix, y la muy hermosa Sasha Montenegro. El ‘9’ tenía un ambiente muy sofisticado, selecto en cierto sentido, nice, y también políglota. Por supuesto era para la comunidad gay un lugar para ligar porque había buena música, buen ambiente y buenos tragos.
El redactor habrá ido una o dos veces, acompañando a paisanos con los que solíamos hacer vida nocturna a principios de los 80 en esa capital muy peligrosa, hay que recordar que el jefe de la policía capitalina era el negro Durazo y en investigaciones de la PGJ del en aquel entonces Departamento del Distrito Federal era un hombre de muy triste historia delictiva, Francisco Sahagún Baca. En aquellas épocas me asaltaron nada más tres veces, el último con una tremenda golpiza de por medio. La cosa es que uno entraba a esos ambientes más por curiosidad que por otra cosa, al fin y al cabo provincianos.
Total que fue una muy buena entrevista la que le hicieron a Henry Donnadieu Leo Zuckermann y Julio Patán, quien está presentando un libro, ‘La noche soy yo’ (Planeta), en donde narra sus años infantiles en Cros de Cagnes, un pueblo de pescadores del sur francés, su auto exilio en Nueva Caledonia, en el Pacífico Sur, posesión francesa situada a 1,500 kilómetros de Australia y de ahí su salto a suelo azteca en donde ha hecho muchas cosas, formó pareja con un mexicano del que es viudo. Hablaron de todo, de la pandemia que fue considerado el sida, de Monsiváis y de su sociedad con Mario Arturo Acosta Chaparro, con quien abrió el bar ‘El 9’ de Acapulco, pero sobre todo Donnadieu dejó algo muy claro, eran él y la noche. Durante muchos años no supo lo que era dormir de noche.
¡Caray, apenas voltea uno la vista al pasado, y cómo han cambiado las cosas en este México nuestro!