Buen día apreciado lector:
En la columna del pasado lunes le refería la preocupante observación que hace don Raymundo Flores Bernal distinguido personaje de la huasteca veracruzana, sobre la caótica situación de nuestra capital. Pero don Raymundo no solo observa lo crítico, también, la belleza, recuerda: “He dicho y escrito muchas veces y convencidamente que quienes vivimos en el listón de tierras que baja desde Perote hasta Veracruz, pasa por Xalapa y tiene en las orillas a Naolinco, Coatepec, Xico y un poco más lejos a Jalacingo, Teocelo, estamos asentados en una sucursal del paraíso, en una comarca feliz que junta en un recorrido breve y deleitoso todas las maravillas del mundo, todos los climas, todos los sabores, las hablas todas con sus acentos singulares, las identidades troqueladas”.
En una bellísima descripción que en mi larga trayectoria en el periodismo no recuerdo haberle oído ni leído a xalapeño alguno, relata que “desde el pueblo mesetario de Perote su valle alto, frío, barrido por el viento; de gente colorada con la piel tostada, hubo un tiempo en que fue campo de trigales para el pan de Xalapa, planicies polvosas de cebada y papa, ahora buenos jamones, nueces, frutas serranas y un tonito dulce de habla de sus moradores arribeños, hasta la orilla del mar en Veracruz con su frenesí del trópico, su entorno colorido y sus porteños únicos, revoltura de andaluces, sotaventinos, negros y españoles, con su comida de pesquería, su aguardiente de caña, verso y canción, alegría que se contagia, magia pura.
“Al descender se pasa por los bosques alpinos de Las Vigas, La Joya, Acajete, pueblos montañeses, lugar de vaquerías, quesos y caldos espesos, paraderos antiguos de las diligencias, gente entrapujada y socarrona que no se franquea rápido; con un celo instintivo que protege origen y costumbres.
“Después Xalapa y sus suburbios ahora conurbados con sus vecinos antes distantes. Allí está el edén, el aroma balsámico de sus flores de bosque templado, los ríos rápidos trucheros, fríos y traicioneros en el tiempo de los aguaceros. La ciudad vieja con su traza de hace siglos y su relieve amotinado de subidas y bajadas serpenteantes y angostas.
“En Xalapa hay de todo y para todos: de comer, de divertirse, de cultivarse, lugar para amar y ser amados, ombligo de donde se encuentran el huasteco de Pánuco y Tantoyuca con el Teco de Coatzacoalcos y en medio el costeño y el serrano, el de Gutiérrez Zamora y San Rafael con el sotaventino de la cuenca, ciudad amada y bendecida, feliz y torturada. En el vecindario de Xalapa, la magia y las maravillas: Coatepec, Xico, Teocelo, Naolinco, enclaves del buen vivir, con su entorno cautivante y su gente encantadora, sencilla y cálida.
Paz y armonía en su hogar, no olvide cuidar el agua.
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