Antes hagamos un ejercicio de memoria. El ron (rum) es una bebida alcohólica fermentada y destilada de melazas y jugos de caña de azúcar. Es un licor de genuino origen en el trópico cañero. Tiene una fuerte influencia en su método de elaboración en el whisky de malta escoces. Los rones los podemos encontrar desde Louisiana, Georgia y Florida en el sureste norteamericano, hasta las Antillas, principalmente en Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, Haití, Jamaica y Barbados, pasando por Centroamérica, fundamentalmente en Guatemala, Nicaragua y Honduras, para terminar en la Sudamérica caribeña, léase Colombia y Venezuela y, cosa curiosa, hasta en Perú elaboran buen ron. En Brasil hay un aguardiente parecido al blanco, la cachaza, con la que se preparan las deliciosas caipirinhas, pero por supuesto en México también tenemos y de excelencia, y cuando digo México me refiero a Veracruz. En la tierra hay toda una cultura ronera, que va desde que antaño se hacía en haciendas azucareras con esclavos negros, por la misma variedad de la caña, el destilado en alambiques ingleses y el embarricamiento en toneles de madera de roble o cerezo. Hace poco platiqué brevemente con José Villanueva Barragán, propietario de Licores Veracruz, fábrica establecida en Córdoba hace 50 y pico de años, pero que en realidad se fundó en Orizaba hace más de 100 años por unos emigrantes españoles gallegos. Pepe me compartió su satisfacción por una línea de rones, los Mocambo, que su familia destila como mandan los cánones, en alambiques europeos de cobre y barricas de maderas finas. Me confió la tradición que ha habido en Córdoba en buena parte del siglo pasado por la producción de buenos “caldos” con los afamados Batey y el Potrero como estandartes. Los rones que producen los Villanueva se pueden encontrar en tiendas gourmet, en almacenes como El Palacio de Hierro y Liverpool, y hasta en la famosa Harrods de Londres. Menciono que el Mocambo 20 años viene dispuesto en una botella de colección exquisitamente decorada con una especie de red de papel de amate, producto del talento de Víctor Fernández Limón, un cordobés de cepa desafortunadamente recientemente desaparecido. Por cierto, los buenos rones blancos cristalinos los recomiendo directos previamente sometidos a los rigores de un buen congelador, sí, como el tequila añejo cristalino.