PATRIMONIO
Joan Lanzagorta
Si gastamos de más, no tenemos por qué sentirnos mal; se trata precisamente de aprender de nuestros errores
Todas las personas hemos tenido alguna vez excesos al gastar, simplemente porque somos humanos y en ocasiones caemos en tentaciones. Desde ese anuncio que aparece en redes sociales sobre un producto que parece muy innovador, hasta los dulces y revistas que tomamos en la fila de cajas en el supermercado, es muy fácil comprar cosas que no necesitamos y que nos desvían de aquello que es verdaderamente importante para nosotros.
Si gastamos de más, no tenemos por qué sentirnos mal. Se trata de aprender, precisamente, de nuestros errores, de encontrar maneras de no sucumbir ante estímulos externos y enfocarnos en aquello que no nos desvía el presupuesto.
Pero, ¿por qué gastamos de más? Cada persona es distinta, pero en general podría decir que tiene mucho que ver con nuestras emociones. La publicidad que vemos juega precisamente con ellas y toca nuestras fibras más sensibles. A esto podemos sumar las “promociones” que vemos en todos lados, las “ofertas que nunca volverán” y que nos tientan a tomar la decisión hoy porque mañana será demasiado tarde. Nos engañamos a nosotros mismos, además, pensando: “Lo puedo pagar a meses sin intereses”.
Reitero, cada persona es distinta, pero de una u otra forma, la gran mayoría cae en estos patrones que nos hacen gastar de más:
1. No tenemos un plan o presupuesto, ni llevamos un registro de gastos. Esto es esencial, porque planear el gasto significa, simplemente, decirle a nuestro dinero qué es lo que queremos que haga por nosotros. Así de sencillo. Nosotros somos los que damos las órdenes y eso es lo que nos permite tomar el control de nuestro dinero. Si por el contrario gastamos sin ton ni son, sin ningún orden, el dinero terminará por controlarnos (por ejemplo, a través de deudas o compromisos adquiridos).
2. Pagar todo con tarjetas de crédito o débito. Alguna vez escribí precisamente sobre esto: cuando pagamos con plástico, tendemos a gastar más. Es fácil simplemente porque no vemos, físicamente, cómo se nos va nuestro dinero. Pasamos simplemente la tarjeta una y otra vez.
En cambio, si pagamos en efectivo, lo sentimos. Nos damos cuenta cómo lo estamos entregando en caja. Hay una sensación de desprendimiento, que no podríamos tener cuando usamos tarjetas para todo. Por otro lado, cuando pagamos en efectivo no podemos gastar más de lo que traemos en la bolsa, en ese momento.
No tengo nada en contra de las tarjetas: yo pago con crédito todo el tiempo. Pero logré controlar mis hábitos nocivos teniendo un plan de gasto, viendo mi presupuesto antes de gastar para tomar una decisión consciente, y claridad de las cosas que son verdaderamente importantes para mí, con visión de largo plazo. La buena noticia es que todos podemos lograrlo. Mientras tanto, para la gente que tiende a gastar de más, uno de los primeros ejercicios que suelen funcionar es prescindir, por unas semanas, del uso de tarjetas de crédito y débito y concentrarse en pagar todas las cosas cotidianas en efectivo.
3. Comprar para sentirnos mejor con nosotros mismos. Esto es muy común. Nos sentimos mal y vamos al centro comercial. Nos compramos algo porque “nos lo merecemos”, o simplemente como una manera de llenar un vacío.
Si nos ponemos a pensar, esto mismo es lo que hacen los compradores compulsivos. Tratan de satisfacer una necesidad o una carencia emocional. Es importante darnos cuenta y usar estrategias que nos permitan controlar esos impulsos que terminan por alejarnos de nuestras prioridades, lo que es verdaderamente importante para nosotros.
En la siguiente entrega hablaremos de algunas estrategias que nos pueden ayudar a evitar gastar de más.
Te invito a visitar mi página: http://www.planeatusfinanzas.com, el lugar para hablar y reflexionar sobre finanzas personales.
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JoanLanzagorta
JoanLanzagorta
Coach en Finanzas Personales
Tomado de El Economista.