COLUMNA INVITADA

Eduardo Ruiz-Healy

“La verdadera felicidad está en lo que es eterno, dentro de nosotros”, Libro de los Muertos, Papiro de Ani, Egipto (1250 AEC).

“Verás: el secreto de la felicidad no se encuentra en buscar más, sino en desarrollar la capacidad de disfrutar menos”, Sócrates (470-399 AEC), filósofo griego.

“La felicidad depende de nosotros mismos”, Aristóteles (384–322 AEC), filósofo griego.

“Los hombres son creados iguales (…) son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables (…) Entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”, Thomas Jefferson (1743-1826), presidente de Estados Unidos y redactor del Acta de Independencia de ese país.

“Las personas son tan felices según deciden serlo”, Abraham Lincoln (1809-1865), presidente estadounidense.

“La educación es fundamental para la felicidad social”, Benito Juárez (1806-1872), presidente mexicano.

“La primera obligación de todo ser humano es ser feliz, la segunda es hacer feliz a los demás”, Mario Moreno Cantinflas (1911-1993), actor y comediante mexicano.

Los seres humanos buscamos la felicidad, y eso explica que sobre el tema tanto se haya escrito y hablado desde los albores de la civilización.

A nivel ya de medición, en lo que a felicidad se refiere, México es el vigésimo tercer país más feliz del mundo, según el Índice Mundial de Felicidad 2018, elaborado por Naciones Unidas. En Latinoamérica sólo le gana Costa Rica, que ocupa el lugar 12 de la lista que incluye a 156 países.

La felicidad individual de los ciudadanos mexicanos se menciona en los artículos 24 y 208 de la Constitución de Apatzingán, promovida en 1814 por José María Morelos. El primero señala que “La felicidad del pueblo y de cada uno de los ciudadanos consiste en el goce de la igualdad, seguridad, propiedad y libertad”; el segundo establece que “en los pueblos, villas y ciudades continuarán respectivamente los gobernadores y repúblicas, los ayuntamientos y demás empleos, mientras no se adopte otro sistema, a reserva de las variaciones que oportunamente introduzca el Congreso, consultando al mayor bien y felicidad de los ciudadanos”. Otros tres artículos se refieren a la felicidad colectiva del pueblo.

Después de la de Apatzingán, no aluden a la felicidad individual de cada mexicano el Acta de Independencia del Imperio Mexicano de 1821, ni la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824, ni la Leyes Constitucionales de 1836, ni la Constitución Política de la República Mexicana de 1857, ni la vigente Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, con todo y sus centenas de reformas.

La felicidad individual de los mexicanos aparentemente no ha sido motivo de preocupación entre quienes han gobernado este país desde 1821, que olvidaron lo que escribió Morelos en la Constitución de 1814.

Tal vez ya es hora de que la felicidad de cada uno de los que conforman el pueblo mexicano sea el objeto de nuestros gobiernos.

Otros gobiernos lo han hecho. El código legal del Reino de Bután, escrito en 1729, señala que “si el gobierno no puede crear felicidad para su pueblo, no existe ningún propósito para que exista el gobierno”.

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Tomado de El Economista.