*De García Márquez: “La vida es la mejor cosa que se ha inventado”. Camelot.

SE FUE JULIO Y NO IGLESIAS

Julio se va, y no precisamente Julio Iglesias, a quien se le vio cantando a los nuevos esposos en boda que brincó del Hola al mundo y llevó a la 4T a poner orden, al mandar apresar a Lozoya Lozoyin y al padre de la novia, Juan Collado, y por ahí meter un calambre a Peña Nieto, para que se deje de frivolidades o conocerá la cárcel, y no precisamente la de Cananea, que está situada en una mesa, donde yo fui procesado a causa de mi torpeza. En Córdoba la semana pasada fui a un café a sus Portales. Me boleé los zapatos y escuchaba a la marimba que a diario ahí tocan, La flor de la canela y otras. Tomé unas fotografías y en un momento subí al segundo nivel de ese bello sitio llamado Palacio de Zevallos, donde el Virrey Odonojú y el emperador Iturbide desanudaron un nudo y de ahí se inició la Independencia de México. Fumaron la pipa de la paz en esos llamados Tratados de Córdoba, que le dieron Independencia a nuestro México, aunque muchos nieguen a Iturbide. En todo ese sitio se respira historia. Se siente en el aire, pega en el rostro, recordar aquellos años del imperialismo y de la liberación, de la insurgencia y los rebeldes. Subí los veintitantos escalones para tomar unas fotografías desde su balcón, donde se avista el Palacio Municipal y enfrente la Catedral. La historia de México revela que en cada pueblo o gran ciudad, comenzando por el gran Zócalo de Ciudad de México, los españoles ponían sus ayuntamientos y enfrentito las catedrales, o sea, los dos poderes, los políticos y los curas, hasta que llegó Benito Juárez y puso orden en eso, pero uno llega a cualquier aldea y enfrente del Palacio está el otro poder del clero. Por lo que pudiera ofrecerse. Al estar en el segundo nivel le vi a lo lejos, nos saludamos, era el exalcalde Tomás Ríos Bernal, dos veces alcalde panista de Córdoba, y dueño de ese edificio que mantiene cafeterías en planta baja y un restaurante en planta alta, que los días del Grito de Independencia se ve full, por ser el mejor lugar para verle. En una mesa de los corredores, hacia números y muy seguro las cuentas de ese negocio. Acaba de inaugurar un hotel boutique con cinco habitaciones.

LAS CINCO HABITACIONES (ZEVALLOS)

Después de una plática y saludo, me habló de que acababa, con sus hijas, de acondicionar cinco habitaciones para el turismo, allí mismo en esa parte alta, y me invitó a conocerlas. Las pueden admirar en Facebook en Casa Zevallos. Me guió como debe ser y pasamos a verlas. Al entrar a las habitaciones, grande fue mi sorpresa, son cinco de lujo, bien montadas, donde se contrasta lo moderno con lo antiguo. Su nombre lo dice todo, cada una de ellas dedicada a personajes cordobeses, o que algo tuvieron que ver en la historia. La Mulata de Córdoba, a quien el músico Juan Pablo Moncayo dedicó una ópera, una leyenda de una mujer que tenía un cuerpo de tentación, y no cara de arrepentimiento, y tenía, además, poderes de curación, vamos, hacia buenas limpias; el santanderino, de España, Conde de Zevallos, la Güera Rodríguez, personaje de la historia que se encamaba y empiernaba con mi general Iturbide y a quien llamaron ‘la seductora de la Independencia’, suites del Virrey Odonojú y el gran Agustín de Iturbide. Cada una de las habitaciones de los ahora llamados hoteles boutique, tienen su toque, murales dentro de las habitaciones. Algo que les relaciona, lo nuevo con lo viejo, como el contraste del Louvre con la pirámide de cristal, guardando sus debidas proporciones. Las habitaciones ya están en renta, se pueden alquilar y el sitio es apacible, muy moderno, los baños espectaculares y hay en uno de ellos una tina imperial, que tiene un buen chorro de agua. Camas espaciosas, televisiones grandes, paredes de piedra, sillones antiguos, murales, batas con nombre de los personajes, escritorio y un balcón viendo a las calles cordobesas. Cada cuarto tiene a la entrada su medallón con el nombre del personaje. Se respira quietud. Su aire acondicionado las mantiene frías, frescas en estos días de calor infernal. Córdoba puede presumir que tiene cinco bellas habitaciones en un hotel boutique, en el corazón de la historia cordobesa. A un lado del Palacio y la Catedral. Al pie donde los marimberos y boleros pululan ese sitio, donde jaraneros tocan el Siquisirí o yo soy el Jarabe loco, que a los muertos resucita. Tomás Ríos le invirtió bien su lana. Moderniza a Córdoba con esos cinco cuartos de hotel. Suerte y éxito.

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