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Dos tiroteos masivos tuvieron lugar en el país vecino de Estados Unidos, el primero se registró en El Paso, Texas; el segundo, en Dayton, Ohio. En el caso del primer tiroteo los titulares mencionan un crimen de odio, a un supremacista blanco que deseaba acabar con cuantos hispanos fuera posible.
El principal responsable identificado como Patrick Crusius, es manejado por los medios como autor de un manifiesto donde en repetidas ocasiones deja ver su odio hacia los invasores de su país, deja en claro su apoyo a la ideología anti migrante del Presidente Donald Trump y reitera que el ataque no deriva de las propuestas políticas, sino de su raciocinio previo a los planteamientos políticos del presidente. Los medios también mencionan testimonios en los que las víctimas hablan de más de un atacante, de igual forma recuerdan otros atentados como el ocurrido en Nueva Zelanda, mismo que se menciona en el manifiesto atribuido al atacante, donde dos mezquitas fueron atacadas, resultando en más de 49 muertos y 40 heridos.
Otro aspecto digno de tomarse en cuenta es el perfil psicológico y entorno del joven de 21 años detenido por el tiroteo en El paso, algunas entrevistas relatan a un ser solitario, que era constantemente objeto de burlas y de actitud agresiva. ¿Por qué se debe considerar todo lo anterior? Porque el odio no surge de manera espontánea, tiene raíces que se expanden en aquellos cuyas diferencias comienzan a pesar.
Los medios hablan de un supremacista blanco en este caso, viven haciendo distinciones que no son más que un reflejo de la concepción social. En otro tipo de noticias se mencionan preferencias sexuales de atacantes o víctimas como si esos detalles hablaran de una estadística. Incluso en los reportajes de farándula podemos ver titulares señalando las diferencias físicas, utilizando adjetivos como “exótica novia” para hacer referencia a personas cuyo origen racial no es el estereotipo europeo.
Recién vi un artículo amarillista hablando de cómo una pareja homosexual asesinó a un menor, donde hacían énfasis en lo homosexual, en vez de hablar de dos personas desequilibradas psicológicamente que bien podrían haber tenido cualquier otro tipo de preferencias. Sin embargo el problema no comienza en los medios y la forma de ejercer su cobertura, los medios son un reflejo de la sociedad, otorgan a los lectores aquello que les atrae y vende. Los discursos de odio manejados por líderes son un severo problema, pero no funcionarían si los seguidores no tuviesen en sí mismos arraigadas las raíces de años de diferenciación.
Las distinciones comienzan en la educación, en ese empeño del entorno al hablar de blancos o negros, de señalar a los sujetos por sus preferencias sexuales, el problema es la insistencia en clasificar a cada uno como si las diferencias generaran el conflicto. El problema es que nos olvidamos que detrás de todos los adjetivos y diferencias hay simplemente seres humanos. Personas con desequilibrios en la vida que se pueden atender y que nada tienen que ver con la diversidad, sino más bien son producto de los ataques a la misma.
Si desde pequeños forjáramos seres humanos conscientes de las diferencias entre sí y viéramos en esto fortalezas, las nuevas generaciones convivirían entre sí de forma armónica y entenderían que crímenes como los previamente relatados son el resultado de otros errores que nada tienen que ver con sus orígenes, pero sí con su historia de vida y formación.
Otro tema es también el acceso descarado a las armas, pero este no sería un problema en medio de una sociedad equilibrada. Nuestros líderes en cualquier sector deben ser más responsables de sus formas de comunicar y entender que día con día todos podemos ser ejemplos de otros, por ello procurar dirigirnos a los demás de la mejor forma. México no dista de lo ocurrido en Estados Unidos, día con día podemos apreciar en redes sociales una polarización constante de ataques verbales por distintas preferencias. Es urgente que trabajemos en conjunto por un bienestar y que dejemos de lado el odio que sólo engendrará en los demás lo mismo. Sembremos más amor, empatía, comprensión, apoyo, educación y sabiduría, para que las semillas que germinen mañana den los frutos que anhelamos cosechar.