La historia de “éxitos” de Donald Trump de amenazar con aplicar aranceles a las importaciones de diferentes países y regiones había dado resultados satisfactorios para su causa. Desde la Unión Europea, hasta México y Guatemala, todos alineados ante la realidad de que no se puede perder el acceso al mercado más grande del mundo.
Pero China tiene el tamaño y las armas comerciales y financieras suficientes para responder con éxito a los embates del presidente estadounidense. Es justo lo que acaban de hacer con una de sus armas más efectivas: el tipo de cambio.
Es verdad que la economía china ha llegado a niveles de desarrollo donde ya es importante cuidar el equilibrio de su tipo de cambio. Cuando era un enorme maquilador, un renminbi (yuan) depreciado era un instrumento más de competencia. Pero una economía que se desarrolla y que atrae capitales debe ofrecer estabilidad a sus inversionistas.
Sin embargo, si alguien tiene margen para una respuesta cambiaria ante un ataque arancelario, es China. Basta con que desde el poder se decida la estrategia y se aplique. Una contraofensiva cambiaria es letal, porque anula los efectos de los aranceles, y de paso abarata el resto de sus exportaciones.
Mientras, en Estados Unidos, Donald Trump tiene frente a sí a una Reserva Federal (Fed) autónoma que no soltará las armas del dólar sólo para apoyar una guerra comercial del presidente. De hecho, el discurso que mantiene la Fed es uno de mucha mayor prudencia para bajar el costo del dinero de lo que pretendía el presidente estadounidense.
Evidentemente, el comportamiento que hemos visto en los mercados globales, incluida la importante depreciación del peso frente al dólar, tiene que ver con esa acción de respuesta de Beijing a la reciente decisión de Washington de incrementar los aranceles.
Pero, sobre todo, el temor en los mercados es que el presidente de Estados Unidos no quiera detenerse ahí en sus represalias y, lejos de procurar acuerdos en la mesa de negociación, opte por una nueva ronda de aranceles.
Puede ser el propio Donald Trump el que desate los demonios de la desconfianza en sus propios mercados, que tienen poco tiempo de haber conocido máximos históricos, y propicie correcciones importantes en adelanto de lo que puede resultar inminente en una guerra comercial de gran intensidad con China: una recesión.
Las expectativas juegan un papel importante en el desempeño económico, y si los agentes económicos anticipan una situación negativa la pueden propiciar con aquello de las profecías autocumplidas que son un asunto que puede ocurrir en los mercados.
Si la respuesta del presidente Trump es aplicar más aranceles y la contrarréplica china es devaluar más el yuan, no hay duda que la factura será mundial.
Tomado de El Economista.