A Rick y Morty le bastaron pocos capítulos para convertirse en un icono pop de la animación. Ya sea a través de merchandising o de un vocabulario sólo inteligible por sus seguidores, como wubba lubba dub dub, lo que comenzó como una parodia vulgar de Volver al futuro ha terminado convirtiéndose en todo un universo que mezcla la ciencia ficción con la comedia familiar.
Son muchos los factores que han provocado que, en estos momentos, sean muchos los fans que aguardan a una cuarta temporada que tiene previsto estrenarse en noviembre de este mismo año. Son habituales las referencias a sus gags o a la riqueza de su universo, definido con especies y planetas que atienden a lógicas absurdas. Pero hay algo más que ha colaborado a este éxito, una labor que en ocasiones se llega a naturalizar hasta el punto de pasar desapercibida: el trabajo de los artistas que se encargan de dar forma y color.
El arte de Rick y Morty es un libro publicado por Norma Editorial que es, a grandes rasgos, como la piedra Rosetta de la animación de Justin Roiland y Dan Harmon. En él se detallan todas las claves de los ilustradores para dar forma a este surrealista y escatológico universo animado con bocetos, diseños y un gran número de ilustraciones inéditas.
No se trata de un libro al uso, sino de uno dedicado a los seguidores y curiosos acérrimos de la aclamada serie de Adult Swim. En él se pueden ver curiosidades que van desde cómo se creó la popular familia y los amigos, hasta aspectos de la producción.
Por ejemplo, se cuenta que para el episodio piloto se utilizó solo una cabeza de Rick a la que se le iban cambiando las expresiones de la cara según el estado de ánimo. Sin embargo, había un problema: existían incoherencias de diseño por todos lados. Por ello, Justin tuvo que realizar una guía práctica para que los dibujantes consiguieran una imagen más unificada del peculiar científico. “Asegurarse de que la cabeza de Rick siempre tenga forma de cápsula y la cabeza de Morty sea siempre redonda; dos formas geométricas emblemáticas de las parejas televisivas, como Beto y Enrique”, se puede leer en este apartado.
Con Morty también se realizó una guía similar en la que, entre otras cosas, se especificaba cómo había que intentar mostrar siempre sus nudillos o cómo su pelo tiene que terminar justo en el punto donde comienza su oreja. Otro detalle más específico es el de que su culo tiene que ser plano al sobresalir de la camiseta, sin que haya diferencia entre su cuerpo y las piernas. Parecen elementos insignificantes, pero al final son estos los que marcan su sello su identidad.
Hasta para la dirección de la mirada, hay unas directrices. Las pupilas nunca deben tocar los globos oculares, los ojos no deben cruzarse o no mirar a la pantalla (a no ser que esté en el guion) son algunas de las reglas que se siguen para mostrar una conversación entre dos o más personajes. Y otro detalle que no pasa inadvertido: el de las pupilas garabateadas que para Justin representan “la naturaleza divertida y descuidada que debe tener la serie”.
Los diseños acompañan al discurso narrativo incluso en las escenas más absurdas. Es el caso de aquella correspondiente al primer episodio en la que Morty intenta utilizar unos zapatos adherentes para escalar por una montaña. Pero surge un problema: se le olvidó activarlos y al caer destrozó sus piernas. Que veamos cómo sus extremidades se contorsionan y que nos resulte tan grotesco no es gratuito, sino que los artistas estuvieron preparando el accidente al milímetro. Por fortuna, se pudo curar con una medicina procedente de un futuro con una ciencia médica tan avanzada, que tiene suero para piernas rotas en cualquier farmacia.
No solo de personajes humanos se nutre la serie. Hay otros donde los ilustradores dan rienda suelta a la imaginación sin tener casi ningún límite, dando lugar a creaciones como las personas pizza, los cromulones (enormes cabezas flotantes) o el planeta del Sol Gritón. Que estén marcados por lo surrealista y lo grosero tampoco evita que algunos de estos diseños tengan un gran trabajo detrás. Es el caso de XenoBeth, una versión de la madre de Morty que, según afirman, fue el más complejo de la segunda temporada.
Los artistas alcanzaron tal nivel de detalle en su diseño, que animarlo se convertía en todo un desafío. Los rasgos de insecto, los colmillos, una minicabeza que le salía de la boca como en Alien, el octavo pasajero… Al final tuvieron que obviar muchos elementos por razones prácticas, pero el resultado no deja de ser satisfactorio.
El nivel de abstracción de los dibujos a veces llega a tal extremo que algunos monstruos aparecen de una manera muy concreta: con forma de genitales. Pero, ¿cómo consiguieron pasar el filtro de la censura en la televisión? En el libro explican que el equipo artístico no tardó en darse cuenta de que para conseguir la aprobación de la cadena y emitir contenido delicado, bastaba con seguir una sencilla norma: no pintarlo de color carne.
Resulta curioso cómo los diseños, algo en lo que hoy se toma especialmente cuidado la serie, en sus orígenes fueran realizados de la forma más ridícula posible. Todo comenzó con The Real Animated Adventures of Doc and Mharti, un corto de animación que Justin produjo a toda prisa para un festival. Además del escatológico contenido de la historieta, su creador optó por elegir los dibujos mal hechos del storyboard en lugar de los más trabajados. ¿La razón? Que le hacían gracia.
Es quizá este aire de fanzine el que hace que Rick y Morty sea una serie que rebose naturalidad a pesar de su marcado acento fantástico. Quedará esperar para comprobar si la nueva hornada de episodios sigue a la altura y, no solo eso, sino que continúa expandiendo un universo que no parece dejar de tener dimensiones paralelas. Todas ellas vinculadas al sarcasmo.