Antes de ir al tema central de esta entrega, las imputaciones a Plácido Domingo como acosador sexual, voy hacer una breve reflexión que me dejó marcado para siempre a pesar de mi corta edad –y seguramente a buena parte del Mundo en aquellos años-, me refiero a la “conquista de la Luna, que en este año se conmemoró el 50 aniversario de aquella histórica fecha (20 de julio).
Bien decía el gran Jorge Luis Borges en uno de sus sonetos: “… sobre la sombra que yo soy gravita la carga del pasado. Es infinita”. Y así transcurre mi movediza vida, e invariablemente me remito al pasado porque sobre mi está la carga inamovible del pasado. Aún tengo vivas como si hubieran ocurrido ayer las imágenes de la televisión en blanco y negro de aquella mañana del 20 de julio de 1969, cuando los astronautas –palabra nueva en esos tiempos- Neil Armstrong y Buzz Aldrin se convirtieron en los primeros hombres en pisar la Luna, después de un angustiante viaje de casi 400 mil kilómetros (10 veces la circunferencia de la Tierra) que duró cuatro días. La misión Apolo 11 de la NASA había llegado a la superficie lunar, a una zona conocida como Mar de la Tranquilidad.
En la memoria están muchas imágenes icónicas y frases llenas de simbolismo: desde el conteo regresivo en el Centro Espacial de Cabo Kennedy en Houston, Tx., ¡TEN, NINE, EIGHT, SEVEN, SIX, FIVE, FOUR, THREE, TWO, ONE, ZERO…!, hasta la gigantesca nave despegando de la plataforma de lanzamiento en medio de un estruendoso rugido explosivo de los poderosos motor –en la narración la voz emocionada y al borde del llanto de Jacobo y Miguel Alemán-, pasando por “Houston, aquí Base Tranquilidad. El Águila ha alunizado” –otra gran palabra-, de Neil Armstrong antes de abandonar la nave y protagonizar el más pequeño paso para el hombre, que fue un gran paso para la humanidad a la vez.
Carajo, no puedo reprimir la emoción que esos recuerdos me traen. Y lo que son las cosas, y el progreso que la humanidad ha logrado a partir de la centuria pasada, 66 años después de que los hermanos Wright intentaron subirse intrépidamente a unos papalotes para intentar volar sobre ellos, ¡qué locura!, y que dieron pie, ¡11 años después!, al desarrollo de la aviación militar que combatió a partir de 1914 en la primera guerra mundial con unos poderosos caza bombarderos de tecnología avanzada.
Bueno, y ya entrando en lo que nos ocupa, no quiero ser políticamente incorrecto –aunque a veces suelo serlo-, sobre todo en los tiempos del Me Too y de las marchas de protesta que acabamos de presenciar en la Ciudad de México, pero me genera mucha incredulidad las acusaciones que 9 mujeres han hecho en contra del tenor Plácido Domingo. Y no es que no las crea necesariamente. Bien dice el dicho que las apariencias engañan, pero si alguien tiene una imagen intachable en el negocio de la farándula ese es precisamente Domingo.
Digo porque por compararlo con Harvey Weinstein, simplemente por decir algo, pues al poderoso productor dueño de la compañía productora Miramar que ha sido acusado por decenas de mujeres de haberlas obligado a tener sexo, pues la verdad es que al tipo nada más de verlo se le ve lo ruin y son notables las perversiones sexuales que esconde su personalidad. Por el contrario, los mexicanos en particular, y el mundo entero en general tenemos muy grabada la entrañable imagen del tenor con su cubreboca confundida entre los cientos de ciudadanos espontáneos que fueron a apoyar las labores de rescate del edificio derruido Nuevo León de Tlatelolco del pavoroso sismo de septiembre de 1985.
No sé, no tengo derecho a dudar de ninguna mujer que ha sido víctima de acoso sexual, por convicción les creo, pero Plácido es hasta este penoso episodio, un hombre que había mantenido una imagen intachable, de hombre decente, bueno, afable, correcto, educado, cercano, afectivo, entrañable, de esas personas a las que fácilmente se les quiere. Voy a decir algo que les puede sonar insolente a las mujeres que me lean, digamos que incorrecto, pero yo sí creo en el noble, bello y libre oficio de la seducción del hombre a la mujer en buena lid, de consenso, de plena aceptación, con lealtad y hombría, también al revés que también se da y cada vez más.
Repruebo el acoso sexual, lo vulgar, la lujuria, la violencia física y verbal, nada a la fuerza. ¡No!, es el límite. Ojalá Plácidín –así le decía su madre Pepita Embil- salga bien librado de este difícil trance. No se lo merece él, una brillante trayectoria y, hasta donde se sabe, el ejemplar matrimonio que por casi 50 años ha llevado con su esposa mexicana, Martha Ornelas.
gama_300@nullhotmail.com @marcogonzalezga