“¿Rencores? ¡De qué sirven!
¡Qué logran los rencores!
Ni restan heridas, ni corrigen el mal.
Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores,
y no prodiga savias en pinchos punzadores…, si pasa mi enemigo cerca de mi rosal,
se llevará las rosas de más sutil esencia;
y si notare en ellas algún rojo vivaz,
¡será el de aquella sangre que su malevolencia de ayer, vertió, al herirme con encono y violencia, y que el rosal devuelve, trocada en flor de paz!”
Amado Nervo
Las redes sociales ya han sido nombradas por Zygmunt Bauman como las plazas de linchamiento de nuestra época, en ellas habita la inquisición moderna de lo políticamente correcto, de la piel poco tersa para la posibilidad de reflexión aguda sobre los problemas propios del tiempo, más allá del cemento del rencor y la diatriba.
Contexto que se enmarca con el día de nacimiento del poeta Nayarita, Amado Nervo; por la mañana tuve a bien husmear entre mis libros, para suerte mía hallé el poema con el que abro esta entrega.
Prosa que apela a la tranquilidad interior sobre el vertiginoso acontecer de las mal interpretaciones, de la intención destructiva, de la lente poco ilustrada respecto a lo que nos interesa.
Pilotando sobre dicha reflexión, me conduje en el desliz de mis manos sobre los diversos libros, hasta un pequeño “Opúsculo” que publicó El Colegio Nacional a Enrique Krauze titulado “Contra la Intolerancia”, contexto que empataba adecuadamente para tratar el tema que me interesaba.
De igual forma, el Movimiento contra la Intolerancia, la define como el marco mental, la raíz de donde brotan actitudes sociales, políticas, económicas o culturales, y conductas que perjudican a grupos o personas, dificultando las relaciones humanas. Se podría, en consecuencia, definir como todo comportamiento, forma de expresión o actitud que viola o denigra los derechos del prójimo, o invita a violarlos o negarlos.
Tanto el poeta, como el ensayista se preocupan por los mismos problemas: El rencor y la intolerancia. Al final el poeta exalta adverbios mucho más simples e ilustrados.
Krauze al respecto menciona que el ciberespacio mexicano ha contraído un virus, el cual Alejandro Rossi lo llamó: corrupción semántica. La cual se refiere a que la indignación política se desfoga de una violencia verbal con los instrumentos propios de la racionalidad: la argumentación, la fundamentación, la persuasión, la coherencia o la claridad.
La hostilidad que lo anterior significa, sorprende y entristece el avance del discurso del odio. La radical intolerancia pasta frente al otro, de los fanatismos de la identidad, ya sea religiosa, racial, nacional y por supuesto ideológica.
La variante más común y simple es el insulto. Ante ese arquetipo sorprende y entristece el avance del discurso del odio. Su radical intolerancia frente al otro, frente a lo otro, -dice Krauze- es característica de los fanatismos de la identidad.
Donde lamentablemente su hábitat preferido no es la fe, sino la mala fe. Por la falta de argumento, ante todo exponen la mentira y la calumnia, cuyo deleznable profeta fue Joseph Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convertirá en verdad”.
El breve opúsculo destaca que además de la mentira y la calumnia, el discurso de odio dispone de un variado herramental de distorsión, es de mi preocupación general porque con ideas vagas y sueltas, el progreso no se da.
Los invito a revisar, informarse y actuar racionalmente ante la torrente de mentiras, posicionamientos laxos y mal intencionados. Considero que la prensa es más que el espectáculo, debe ser la conciencia crítica y propositiva de la nación; y en esa tesitura también las redes sociales deben aportar hacia la construcción más que a la destrucción.
*Profesor Investigador de El Colegio de Veracruz. Integrante de la Comisión de Selección del Sistema Estatal Anticorrupción. Catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad Veracruzana.