Por Ramón Durón Ruíz (†)
Las mejores lecciones de vida las encuentro en la ingenuidad de los niños y en la simplicidad de los abuelos, que en fin sabios por derecho propio, tienen la inteligencia de simplificar… sin restar esencia.
Nuestros viejos son autentica escuela de sabiduría –siempre encuentran respuestas exactas a las interrogantes de la vida–, saben que cuando Dios obsequia al ser humano el privilegio de ser abuelo, su vida cambia; porque los nietos son mensajeros de paz, alegría y de un inmenso caudal de amor, luz y bendiciones.
Es una fortuna divina ser abuelo y gozar que nuestros hijos tengan sus hijos, que puedan oler el aroma de sus niños, tocar su piel, apaciguar su hambre y su llanto, entreverar sus miradas, para encontrarse con una felicidad que es inenarrable.
Para el viejo Filósofo, resulta harto difícil descifrar quién disfruta más la vida: ¿El nieto, el hijo o el abuelo? Y es que hay un lazo lleno de amor, que uniendo a los tres para siempre, les multiplica la felicidad.
De pronto la magia que la vida provee, a los que van en busca de ella, transforma el corazón del abuelo, de su natural forma, en redondo, porque ahí no hay ninguna arista, ni una sola esquina, en donde puedan alojarse los rancios polvos del resentimiento o el rencor.
Como por arte de magia, nuestros viejos son tocados por la máquina del tiempo, encuentran gozoso y divertido cada lugar, cada espacio, cada cosa. Les vuelve a gustar comer golosinas y paletas, gatear con el nieto, revolcarse en la tierra, jugar a la pelota, brincar la cuerda, comprar globos o ver una y otra vez las caricaturas y los programas infantiles.
Los nietos llegan al regazo de los abuelos como un renuevo de esperanza, cuando ellos piensan que van a dar una lección, aprenden, son recipiendarios de nuevas experiencias, esas que jamás pensaron que existieran.
Nuestros viejos enseñan que nadie está a cargo de nuestra felicidad y grandeza, porque sólo tú eres el constructor de tu destino, y este, es una elección estrictamente personal. Los abuelos te invitan a que HOY abras los ojos del alma para que seas capaz de ver la luz de los cientos de milagros que cada nuevo amanecer la vida tiene para ti.
El arribo de los nietos, pareciese estar entretejido en un proyecto divino, estructurado para que nuestros viejos sean íntimamente felices, porque los niños –en fin escuela permanente de vida– no se afanan en desear enfermizamente lo que no es suyo, ellos son felices con lo que son y lo que tienen.
El espíritu de los abuelos dice al alma de su nieto: “Hijo de mi hijo, quisiera siempre permanecer a tu lado, pero hay una voz superior que me llama a seguir mi destino, habré de partir a tiempo –nadie se va antes, ni después– pero desde la morada del Padre, llenaré de luz tu camino y de mil bendiciones tu existencia.
Recuerda, que tú llegaste a mí para quedarte para siempre, hay un vínculo invisible que me une a ti con amor, creo que es el mismo que unió a mi abuela conmigo, y en un renuevo generacional, te unirá a ti con tus nietos.
Debes saber que tu llegada hace que sea diferente cada nuevo amanecer, disfruto los días de lluvia tanto como las tardes matizadas por el canto de las urracas de mi pueblo y los anocheceres tachonados de miles de estrellas.”
Felicidades a todos esos seres llenos de sabiduría, en el Día del Abuelo,.
A propósito de abuelos, en el pueblo, murió un afamado doctor, al paso del tiempo las amigas de la viuda la convencieron de casarse nuevo. Como el pueblo era pequeño, pronto le salió un candidato, era carpintero. Enseñada a vivir con un académico, no le parecía adecuado pero finalmente la viuda aceptó. Se casaron un viernes y el marido le dijo:
— Mi abuelo me enseñó que al comienzo del matrimonio es importante hacer el amor tres veces.
Y lo hicieron. En la tarde, al llegar él de la carpintería, le dijo:
— Según mi abuela, es una obligación hacer dos veces el amor antes de cenar.
Y nuevamente tuvieron concupiscencia carnal. En la noche, antes de conciliar el sueño, le dijo:
— Mi abuela materna siempre me enseñó que hacer el amor en la noche del sábado es glorioso.
Y otra vez… Por la mañana despertando, él le dijo:
— Mi abuelo materno me enseñó que nadie puede ir a misa sin antes tener buen sexo.
Y de nuevo a mecer el colchón. Ese día, la ex viuda se encontró con una amiga, quien curiosa le preguntó:
— Y cuéntame, ¿cómo te va con tu nuevo esposo?
— Bueno… mira… docto, erudito, académico, culto, sabio, estudioso o letrado, realmente no es, pero… ¡¡¡TIENE UNOS ABUELOS CON COSTUMBRES MARAVILLOSAS!!!
filosofo2006@nullprodigy.net.mx