ECONOMÍA CONDUCTUAL

Raúl Martínez Solares

La autonomía del banco impide que de manera coyuntural los gobiernos busquen tomar decisiones con una visión de corto plazo.

El trabajo del banco central es preocuparse.

Alice Rivlin, exvicepresidenta de la Reserva Federal de EU.

Este año, se conmemora el 25 aniversario de la autonomía del Banco de México (Banxico). En 1994 entró en vigor una reforma a la Constitución en la que se plasmaron el otorgar autonomía al Banxico como banco central del Estado mexicano y dar al banco el mandato y objetivo único de mantener el poder adquisitivo de la moneda.

A nivel internacional, dotar de autonomía a los bancos centrales ha respondido a la necesidad de evitar que dichos organismos —responsables de la emisión de moneda y de canalizar crédito hacia el gobierno— sean controlados por la lógica de los ciclos políticos y económicos a los que responden frecuentemente los gobiernos, propiciando periodos de descontrol del déficit público y de inflación.

En un artículo recientemente publicado por Oscar Pérez-Laurrabaquio, se hace referencia a distintos estudios que muestran la eficacia de un banco central autónomo en términos del combate la inflación. En el caso de México, entre 1971 y 1994 la inflación tuvo una tasa promedio superior a 38%, mientras que en el periodo de autonomía (94 a la fecha) el incremento promedio fue de 8.7 por ciento.

Dos factores vinculados al proceso de autonomía del banco fueron el establecimiento de un régimen de libre flotación del tipo de cambio, y el establecimiento de metas de inflación que permite enviar una señal de certidumbre en el corto, mediano y largo plazos a los agentes económicos respecto de cuál es el horizonte de crecimiento de los precios.

Por lo que se refiere al tipo de cambio, antes de ese momento, el gobierno determinaba a través Banxico el nivel de paridad cambiaria y, sin importar la demanda-oferta de dólares, el tipo de cambio se mantenía fijo. Ante presiones por compra de dólares, ya sea por requerimientos del aparato productivo o por incertidumbre, Banxico usaba sus reservas de dólares para mantener un precio artificialmente bajo y, cuando la presión era excesiva, tenía que decretar una devaluación para ajustar de manera brusca el nuevo nivel de paridad cambiaria.

Después de la autonomía, el sistema de libre flotación permite que el tipo de cambio se convierta en un factor de ajuste coyuntural de desequilibrios económicos, así como en un indicador de la percepción que los mercados tienen sobre la estabilidad.

Ello permite evitar grandes choques económicos y posibilita modular las presiones que existen sobre la moneda. Así, partir de la crisis del 2008, el tipo de cambio ha alcanzado niveles superiores a 22 pesos y regresado hasta niveles cercanos a 17, dependiendo de las condiciones del entorno y de las perspectivas para el país.

La autonomía del banco impide que de manera coyuntural los gobiernos busquen tomar decisiones con una visión de corto plazo, que pueda servir para propósitos electorales pero que genere desequilibrios profundos que alimenten la inflación.

Se ha discutido la conveniencia de que el Banxico, como ocurre con algunos bancos incluyendo la Reserva Federal de los Estados Unidos, tenga lo que se conoce como un mandato dual, que sus objetivos sean al mismo tiempo mantener la capacidad adquisitiva de la moneda y fomentar el crecimiento económico. Sin embargo, la experiencia económica ha mostrado que frecuentemente ambos objetivos pueden ser contradictorios. Para un país como México en que la principal explicación del brutal deterioro de la capacidad adquisitiva de grandes capas de la población se encuentra en los periodos inflacionarios de los 70, 80 y 90, mantener sólo el objetivo de evitar la inflación resulta fundamental.

Hasta la fecha, la autonomía se ha mantenido en beneficio de la economía de las familias. Pero, como todos los logros del pasado, la autonomía no es algo que sea inmutable. Entendiendo los procesos que permiten periódicamente la sustitución de los miembros de su Junta de Gobierno, es fundamental que estemos atentos para que esos cambios se realicen con apego a la ley, y manteniendo la capacidad técnica para tomar las decisiones que garanticen el cumplimiento de su mandato.

Al final de cuentas, la autonomía del banco central en nuestro país explica en gran medida que las familias mexicanas desde finales de los 90 hasta la fecha no hayan tenido que enfrentar las destructivas inflaciones del pasado que, incluso hoy, arrastran efectos negativos y contribuyeron en mucho a la generación de la enorme desigualdad que hoy nos afecta.

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual y profesor en la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y presidente del Consejo para el Fomento de Fondo de Ahorro Educativo de Mexicana de Becas.

Síguelo en Twitter: @martinezsolares

Tomado de El Economista.