Oh las remembranzas. Camelot
El SLIM DE LOS 60s.
El mes de la patria vuela, se va rápido, como el informe tercero de AMLO primero. Cuando las noticias apabullan y los noticieros son todos policiacos, por aquí y por allá, lo mejor es sumergirse en los libros, quitar un poco el miedo que da oír los noticieros y, cuando sale uno a la calle, voltear para todos lados por aquello de no te entumas. Estoy metido en el libro de Carlos Denegri, y por ahí encuentro a los personajes de aquellos años, el Slim de aquella época lo era Carlos Trouyet (1903-1971), banquero que se hablaba de tú con el dios del dinero y con los dólares. Dueño también de la telefónica y que, como todos los ciclos, un día bajó del peldaño y se esfumó de la tierra de los barones del dinero, en aquel tiempo México tenía pocos ricos, ahora con el neoliberalismo, diría el de Yo tengo otros datos, son muchísimos los mexicanos multimillonarios, poderosos, encumbrados en la revista Forbes, pero en aquel tiempo Trouyet era de los pocos. Hijo de un inmigrante francés dedicado a comercializar vinos y de madre mexicana, Carlos se educó en un colegio privado donde aprendió alemán, francés, italiano e inglés y desde joven se interesó por las finanzas. Cuando encontró a Miguel Alemán padre, se fue de bolsista y a ganar dinero, construyó el hotel Hilton y Las Brisas de Acapulco, pagó con sangre, dos de sus hijos murieron en vuelos privados viniendo de Acapulco. La Cruz gigante que se ve en Acapulco, la mandó construir en honor a sus fallecidos. En la capilla ecuménica de la paz están enterrados sus dos hijos y su esposa, sitio que utilizan ahora mucho para bodas, un lugar de paz y reposo.
PANCHO GALINDO OCHOA
Otro personaje de ese libro es Pancho Galindo Ochoa. Hace algún tiempo en Ciudad de México, acabando de comer con un amigo que en esa ciudad se mueve como pez en el agua, en la calle Reforma, me dijo vamos a saludar a Don Pancho. Don Pancho no era otro más que el famoso jefe de prensa que había sido de Díaz Ordaz y López Portillo, una verdadera leyenda para los políticos y periodistas. En su tiempo, no había hoja de árbol que se moviera sin que él lo supiera, o la moviera. Poderoso a más no poder. Caminamos unos pasos, llegamos, nos atendió su secretaria Erika, la secre de muchos años, una mujer bella, que digo bella, cuerísima. Cuando entramos a esa oficina cubierta las paredes de parquet y con un busto de Benito Juárez, el hombre portaba al cinto un revolver calibre 38, como John Wayne en Rio Bravo. Yo creo que le quedó la costumbre de aquellos tiempos revolucionarios, cuando todo lo dirimían a balazos, o quizá era para cuidarse de los bandoleros que habitan en esa ciudad de la nube gris y de los asaltos. Hombre platicador, narró algunos eventos de su vida. Ya pocos le visitaban, vivía sus últimos años recordando el esplendor del poder, la magia que se tiene cuando se manda y muchos obedecen porque, lo dijo Shakespeare: “Donde hay poder hay conspiración”. Y vaya que las habrá habido en su tiempo. Si alguien quería ver al presidente, había que pasar por la aduana de Galindo Ochoa. Nadie se movía sin su consentimiento. Pegado al muro en su oficina de Reforma tenía un domi original del logotipo del IMSS, donde seguro algo tuvo que ver en esa idea y en ese logotipo que aún sobrevive. Comía por lo regular a un lado, en el afamado restaurante Champs Elysees (Campos Elíseos), atendido por su propietaria, doña Paquita. Antes lo hacía en el Four Season, pero un mal día llegó y su mesa estaba ocupada y eso era un desdén para él, que acostumbraba tener su mesa reservada, un agravio que no perdonaba. Al final de su vida, ya desayunaba en casa y ahí invitaba a sus amigos, algunos empujaban su silla de ruedas, donde vivía postrado sus últimos días. Padre de Tina Galindo, la exitosa productora de teatro y representante artística. Lo quise recordar cuando lo visité en su oficina propia de Reforma. Tiempos de aquellos vientos. Jalisciense, nacido en 1913, murió uno de esos días septembrinos de 2008. A sus 95 años de edad, con mucha historia de poder en su memoria. Con su ADN de poder presidencial. Figura del libro de Denegri.