El hombre desde su aparición en este planeta y hasta nuestros días se ha enfrentado con situaciones que tiene que resolver, pero no siempre de la forma más adecuada, muchas veces un acierto tiene grandes consecuencias negativas, en este bregar entre prueba y error.
No hay una librería en donde falten libros exaltando las virtudes de los seres humanos, muchos escritores, periodistas y en general comunicadores abordan el tema de la exaltación por los logros de los hombres a su paso por la tierra, pero también existen muchos desaciertos a lo largo del tiempo que como en un efecto mariposa, una acción desencadena otra peor, de mayores magnitudes, muchas veces el pensamiento y la creatividad del hombre no alcanza a cubrir todas las aristas en un proceso de cambio, entre ellas las consecuencias, resulta a veces más costoso. Esto no quiere decir que se puedan tomar decisiones correctas y bien fundamentadas.
Un ejemplo es el plástico que generalizó su uso masivo a partir de 1950 y desde ese momento hemos producido miles de toneladas de desechos que andan desperdigados por la superficie del planeta, en el norte del océano pacífico se encuentra una nata de desechos, mayor a Sonora, Chihuahua, Coahuila, y Nuevo León juntos, alrededor de unos 600 000 mil kilómetros cuadrados de basura que sigue dando vueltas y contaminando el mar como lo refiere Tom Philips en su reciente libro Humanos, seguros estamos que la intensión era dar una solución práctica al empaque y todas las formas útiles de maniobra de los plásticos pero nunca se imaginó en las catastróficas consecuencias.
Otro de los casos en donde el hombre ha experimentado con los ecosistemas trayendo resultados muy complejos, el caso de Australia es elocuente el exitoso granjero inglés Thomas Austin en 1859 llevó una variedad de animales a su enorme granja de borregos, lo amplio de su extensión territorial le permitía contar con una reserva natural, ideó llevar algunos animales importados entre ellos 24 conejos, para practicar la cacería con sus amigos sin pensar que se convertiría en una plaga, dos años después tenía miles, 10 años adelante la población de conejos en Australia se contaba por millones al grado de que se cazaban dos millones de conejos al año, se extendía su territorio en 130 kilómetros por año, en 1920 se calculaba su población en 10,000 millones, se reproducían, acababan con la vegetación, llevó al borde la extinción de varias especies de animales nativos, grandes extensiones se fueron erosionando, el uso de trampas, veneno y otros métodos no lograban disminuir su población, finalmente fueron combatidos con armas biológicas en 1950, funcionó en un principio, ya en la década de 1990 se trabajó en la enfermedad hemorrágica del conejo, también experimentar con enfermedades es un asunto de mucho cuidado, tenían relativa precaución para tener bajo control el virus pero como todo lo que no está bien hecho por el hombre cinco años después el virus escapó y se extendió por el continente, la plaga se controló, la vegetación resurgió pero no se ha confirmado si la enfermedad hemorrágica del conejo tenga otros efectos colaterales. Es momento de hacer un alto en solo dos ejemplos de los desastres del hombre en su andar por el planeta.

Xalapa2000@nullhotmail.com
Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores (REVECO)