Por José Miguel Cobián

 

En la mayoría de las ciudades por abajo del paralelo 20, ese que divide el norte del sur del país, el desempleo continúa en aumento.  Córdoba no es la excepción. Discreta pero regularmente se ha sabido de despidos en distintas industrias y comercios de la región, sin que hasta el momento exista alguna posibilidad de revertir esta terrible pérdida de empleos.

 

Un empleo es valioso por sí mismo, pero debemos entender que también tiene un efecto multiplicador.  Quien gana dinero, se mueve, circula por la ciudad, consume, tanto en la tienda de la esquina, como en la fonda, en el transporte público, compra de vez en cuando ropa, y otros productos, en fin, activa la economía local.   Cada empleo que se pierde, afecta a todos y cada uno de los proveedores que antes lo atendían, pues hoy ya no tienen a ese cliente ni el ingreso que ese cliente representaba.

 

Cada año cientos de jóvenes inician su vida laboral en cada ciudad  y pueblo del país. ¿Qué es lo que les ofrece su lugar natal?  ¿Qué oportunidades les ofrecen las ciudades medias como Córdoba que cada día ven reducirse su actividad comercial, industrial y de servicios? La triste respuesta es nada.  Por ello, los jóvenes emigran, se alejan de su lugar de origen, con el consecuente sufrimiento, tanto para ellos como para sus familias, pues la distancia duele.

 

Aquél joven que emigra para buscar una oportunidad de trabajo, sufre la ausencia y también las carencias propias de no vivir en la propia casa, lo cual lo empobrece aún más, ya que  pagar renta o pensión es un gasto adicional que no debería de sufragar nadie, salvo por su propio gusto, pero jamás por necesidad.

 

Si para los jóvenes la pérdida de oportunidades laborales es una desgracia, para aquéllos mayores de treinta años, esto se convierte en tragedia.

 

México es un país dónde la experiencia no se valora lo suficiente ni se le otorga el reconocimiento monetario adecuado.    Quien llega a los treinta años, lleva cuando menos cinco años de experiencia laborando, si es que logró estudiar en una universidad, y hasta doce o catorce años de experiencia si inició de manera temprana su vida laboral.

 

Imagina a un hombre o mujer de treinta, cuarenta o cincuenta años, que pierde su empleo por un recorte de personal o simplemente porque la empresa cerró.   Él y ella ya tienen su vida hecha en Córdoba.  Probablemente ya tienen hijos adaptados a una escuela y un ambiente.   Tienen familia que los apoye en momentos difíciles.  Quizá hasta una casa están pagando, y tienen algún crédito adicional, ya sea departamental o de tarjeta de crédito.

 

Y ahora resulta que su vida da un cambio drástico.   Se quedan sin empleo, y no es fácil para ellos salir a buscar trabajo en otro lado.   En México las personas mayores de treinta años no son fácilmente contratadas y si tu edad supera los cuarenta o cincuenta años, la situación es gravísima pues pasa de ser difícil a ser imposible el obtener un empleo.

 

Así, se llega a la precarización, pues a pesar de ser especialista y conocedor de alguna materia en particular, se acepta cualquier tipo de empleo por necesidad, incluso, se acepta un salario menos al último con tal de tener un ingreso seguro.

 

Sí, así como se lee, que parece historia de telenovela de esas que sirven para lagrimear mucho, así de terrible es la realidad de muchos mexicanos.   Y si consideramos que la esperanza de vida para los hombres es de 72 años y para las mujeres de 74. Imagina la tragedia de ser persona aún mayor, y quedarse sin medios de subsistencia.

 

Muchos pensarán en la pensión como solución.  Salvo que el 74% de los mexicanos no tenemos derecho a pensión.  O en su caso, resulta totalmente  insuficiente para lograr un ingreso mínimo de subsistencia.

 

Así, llegar a cumplir años, se convierte en una tragedia, no sólo para el adulto que no encuentra trabajo por ningún lado, sino también para los jóvenes que cuando son responsables, asumen la manutención de sus mayores, aunque éstos todavía puedan trabajar, y no lo hacen por falta de oportunidades.

 

Una ciudad justa, debiera ser aquélla dónde NO se pierdan empleos, y dónde cada vez existan mayores oportunidades para trabajar y desarrollarse sin importar la edad de la persona.

 

Pensar en el ¨NOSOTROS¨ es fundamental para volverse una sociedad más civilizada, dejando de lado el únicamente pensar en el ¨YO¨.    Opciones hay muchas, incluso apoyos sociales para generar auto empleo, o pequeñas actividades comerciales e industriales de manera independiente.  El problema en muchos casos se resuelve con una pequeña inversión y mucho apoyo de parte de autoridades (yo pienso en las municipales), y también en un cambio cultural, en el cual se aprecie el valor de lo que se produce localmente, premiando a los locales con el consumo de sus bienes y servicios por los locales primero y luego apoyando para que puedan vender sus productos y servicios de manera regional, estatal, nacional o internacional según sea el caso.

 

Encontrar soluciones, capacitar a jóvenes y adultos, crear nuevas opciones de negocio, es algo que juntos como sociedad debemos hacer.  Revertir el deterioro económico es fundamental para el bienestar de todos.

 

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