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Ante la estabilidad financiera, el beneficio de la duda

Ante la estabilidad financiera, el beneficio de la duda

Por ahora, los mercados internacionales pagan por ver. Esperan un poco para saber si el Plan Nacional de Infraestructura realmente marcará un cambio en la tendencia decreciente de la economía.

Más allá del comportamiento del Producto Interno Bruto y su condición tan cercana al cero crecimiento, lo que más atienden los analistas, nacionales y extranjeros, es la baja en los niveles de confianza empresarial y la consecuente caída en los índices de inversión productiva.

Lo mismo la Inversión Fija Bruta que la importación de bienes de capital, o cualquier otro indicador que demuestre que la economía mexicana no se está equipando para mantener un proceso de expansión.

De ahí la atención que existe para saber si mejora la confianza que permita desempolvar la capacidad instalada y eventualmente aumentar la inversión productiva.

El Paquete Económico, con su bajo gasto en inversión y sus expectativas de crecimiento inalcanzables, una producción petrolera inverosímil y una recaudación tributaria casi imposible, junto con muchas de las políticas de gasto asistencialista del gobierno, llaman a las corredurías, a los organismos internacionales y a los bancos globales a ser pesimistas.

Pero el compromiso que se mantiene con la disciplina macroeconómica y esos intentos de despegue, como el plan de infraestructura, hacen que se gane tiempo para ver si esas buenas intenciones funcionan.

Claro que en el exterior ven con recelo muchas de las políticas del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pero al mismo tiempo no pueden obviar que dentro del estancamiento hay estabilidad financiera.

El tipo de cambio, por ejemplo, estaba hace un año a estas alturas en 20.40 pesos por dólar; hoy amanece en torno a 19.50. Claro, la letra pequeña recuerda que esa depreciación fue autoinfligida, por la cancelación del aeropuerto de Texcoco. Pero hay valor en la estabilidad lograda durante este 2019.

La inflación general hace un año era de 4.56% en términos anuales; hace dos años de 6.59%, y hoy es de 3.10 por ciento. Los quisquillosos dirán que, en una economía estancada, el que sube precios se sale del mercado. Pero la estabilidad inflacionaria tiene una alta valoración en los mercados.

Y al cierre del tercer trimestre de este año, el balance primario registró un superávit de casi 280,000 millones de pesos. Imposible no apuntar el terrible subejercicio del gasto público. Pero para la fotografía de estabilidad fiscal de una economía, esto es música para los oídos de los analistas internacionales.

En fin, el beneficio de la duda sobre el futuro de la economía mexicana, en el que se recargan por ahora las firmas calificadoras que sostienen con alfileres las notas de Pemex y de la deuda soberana nacional, se basa precisamente en esta estabilidad macroeconómica y en las buenas intenciones del gobierno de López Obrador de cambiar la realidad del estancamiento económico actual.

Lo cierto es que su paciencia tampoco es infinita, y si no ven pronto resultados concretos de estos planes, podrían cambiar muy rápido su perspectiva de lo que puede ocurrir en la economía y las finanzas mexicanas.

ecampos@nulleleconomista.com.mx

Tomado de El Economista.