OPINION // DRA. CLAUDIA VIVEROS LORENZO// SIN MEDIAS TINTAS.

El arte de empatizar.

 

Qué difícil es ponerse en los zapatos del otro. Dicen que se llama empatía. Es un arte. Algunos la definen como la participación afectiva de una persona en una realidad ajena, generalmente en los sentimientos de otra persona. Otros la confunden con simpatía. Pero no, no es lo mismo. Puedo sentir simpatía, pero no empatía.

 

Estamos tan ensimismados que poco nos ponemos a pensar en le prójimo. Creemos que nuestros problemas y necesidades son las más importantes y que fuera de ellas, las demás son de índole de más bajo nivel y por lo tanto deberán esperar a que le demos en algún momento, si es que lo llegamos a tener, un poco de atención.

 

Todos somos un mundo propio. Con sentimientos, ideas, emociones, lamentos, problemas, anhelos. Y al serlo estamos expuestos a tener diferentes requerimientos. Uno de estos, quizá uno de los más importantes es sentirnos comprendidos, es tan difícil. Pero sobre todo es difícil porque lo esperamos, lo queremos dar por hecho. Manejamos aquello de “ya sabes como soy”, y sentamos que por lo tanto, los demás deben aceptar ciegamente nuestra voluntad sin considerar lo que ellos también desean.

 

En esta era de la información, de las redes sociales y de la mediación, se ha visto mucho más encrudecida la falta de tolerancia que tenemos como sociedad. Es un campo de batalla, por no decir que de exterminio de ideas lugares como Facebook, twitter o Instagram -por citar lo más comunes-, donde todos nos volvemos jueces infalibles, tachamos, amedrentamos textualmente y exterminamos a quien no este a favor de lo que nosotros proponemos como punto a seguir. Se supone que las redes sociales, como su nombre lo indica, son redes para crear lazos, amigos, cercanía, para compartir, se supone, lo repito, si lo vemos desde un punto de vista romántico. Y por medio de estas, al querer compartir estamos dando pauta a poder conocer costumbres, ideologías, cultura, de otros, para ampliar nuestro espectro. Pero resulta que no queremos tener colegas o amigos, en verdad aquí aplica que solo queremos seguidores, que como borreguitos solo asienten sobre lo que publicamos y no se atrevan a cuestionar o llevamos la contra.

 

Nada nos cuesta preocuparnos por el otro, y más que preocuparnos, aprender a entender que los que están a nuestro alrededor, son seres humanos con historias como las nuestras o hasta más crudas. Que por algo reaccionan como reaccionan. Que nada nos cuesta ser amables y regalar sonrisas y palabras de aliento. Que ayudar, hace que nos ayudemos a nosotros mismos.

 

Reclamamos mucho que nadie nos entiende, que nadie nos escucha, que nadie ve por nosotros, pero como nos cuesta mandar lo mismo de vuelta. Detengámonos a observar el entorno y a tratar de entender porque cada “tuerca gira a la derecha o a la izquierda”.

Empaticemos en todas las escalas, desde la familia, la laboral y la comunal. Entendamos que estamos para ser felices y aportar cosas positivas. Que todos tenemos problemas, y hasta compartirlos con otros, ayuda a sacudir a quienes están en uno de sus peores momentos.

No se vale ir por el mundo creyendo que todos tienen que aceptarnos tal cual. Es tarea diaria corregirnos, tomar la responsabilidad de la mejora constante. Parte de esa mejora, sin lugar a dudas, es activar todos nuestros sentidos para poder estar alerta y entonces, empatizar. Cuando no entienda algo de otro, póngase en su lugar, pregunte con interés real sobre lo que está viviendo, escuche con atención lo que tengan que decirle. Hay una pregunta básica y mágica: ¿cómo estás? No la use en vano, úsela buscando resultados sustanciosos que hagan que sus relaciones mejores y que usted también crezca.