Fuera máscaras
David Quitano Díaz
Camarada: su afirmación es factualmente incorrecta. Sí, así es; pero es políticamente correcta
Angelo Codevilla
La arquitectura política en la que nos encontramos como especie, ha dado saltos disimiles, los cuales no terminan por plasmar la orientación hacia la cual debemos conducirnos, no es casualidad que los esquemas jurídicos tradicionales y las estructuras económicas vigentes están siendo rebasados por la posverdad.
Es decir, la construcción discursiva con el pasado está siendo conectada con elementos dispares desde el presente, fluye en una dirección con una reinterpretación del pasado histórico que mira hacia el futuro, pero ahora ese futuro no es claro. La panacea de la democracia ha terminado mutando en nuevos esquemas de simulación que para muchos les ha provocado llamarles: imperios modernos, basado, en algunos aspectos de esquemas autocráticos.
Sobre esa disyuntiva histórica el Dr. Luis Rubio en coordinación con Wilson Center, publicaron una interesante obra que lleva por nombre el título de la presente columna “Fuera mascaras” en la cual discute sobre como la realidad tiene que cambiar para que el país pueda romper con un pasado que no conducía a un mayor bienestar de la población, pero cambiar no entraña hacer tabula rasa de todo lo existente, como se pretende sino tomar en cuenta ciertas bases positivas y de ahí partir.
Dice Rubio, que la idea de fuera máscaras es romper con la pretensión de en el pasado todo iba bien y que sólo faltaba llevar a cabo una serie de reformas adicionales lo que resultó ser no más que una farsa. Así lo determinó el electorado de manera masiva, brutal y sin la menor distracción. Se pueden incorporar mil alegatos al veredicto ciudadano, pero el mensaje es clarividente: no es cierto que México anduviera por la senda correcta y no es cierto que sólo faltaran unos cuantos pasos para lograr la tan ansiada transformación. Así lo decidió la última instancia en estas materias: el elector y su voto en el 2018.
Pero lo que es indudable es el veredicto: con su voto, la ciudadanía acabó con el mito que por décadas había sido un mantra: que México iba avanzando hacia un nuevo estadio de desarrollo. La fantasía de que sólo faltaban “unas cuantas reformas” o unos cambios menores y todo se realinearía para beneficiar al conjunto de la sociedad (p,1, 2018).
Esta fantasía, que se fue construyendo a lo largo de casi cuarenta años, fue producto de un conjunto de acciones y decisiones, unas más conscientes que otras, que arrojaron mejorías sensibles en algunas regiones del país, por no hablar de sectores enteros de la economía, ya que dejaron marginada a buena parte de la población, mucha de la cual optó en las urnas por quien fue crítico contumaz de las reformas de las últimas cuatro décadas.
Hoy cambiamos de máscara, en términos de Rubio, no puedo omitir reflexionar si con este abrumador cambio: ¿Tenemos actualmente la máscara adecuada para alcanzar el desarrollo?, como en toda verdad, el tiempo lo dirá, pero principalmente aquellos que escriban nuestro presente en el futuro.