MÉXICO A PRUEBA (Y VERACRUZ)
Uriel Flores Aguayo
Aunque tenemos la ventaja de haber visto los efectos del Covid-19 en otros países, sobre todo en China, donde inició, Europa y EEUU, hemos tenido que andar entre despiertos y azorados ante esta pesadilla. A más conocimientos sobre el Coronavirus nos invade más incertidumbre. A esa actitud contribuyeron los desaciertos, hasta irresponsabilidad, de los liderazgos políticos; todavía a estas fechas se observa zigzagueo y frivolidad en ciertas autoridades políticas. Es evidente que el sistema de salud no se preparó lo suficiente, de ello dan cuenta las protestas de los médicos y enfermeras en demanda de equipo, las compras masivas de última hora y la precipitada contratación de profesionales de la salud. Seguro no es desconocimiento o falta de experiencia, más bien es una cuestión ligada a la forma centralizada de tomar las decisiones. Es evidente la falta de una estrategia sólida y que se perdió mucho tiempo; al menos tres meses. Aun así contamos con una infraestructura hospitalaria grande y recurso humano eficaz para hacerle frente a la emergencia.
El panorama es desolador en salud y economía, estamos pasando desde ya por una circunstancia que amenaza la gobernabilidad del país. Con la economía paralizada hay sectores de la población que salen a las calles a exigir apoyos. Urgen planes y medidas de las autoridades Estatales y Municipales para apoyar a la gente que está o va a estar muy pronto en situación precaria, casi de hambruna. Será indispensable que reorganicen los presupuestos, que asignen partidas fuertes para la población y pospongan o cancelen obras que dejaron de ser indispensables ante la pandemia. Estamos ante la más grave crisis de que tengamos memoria, extraordinaria, por lo tanto su atención se vuelve de la más alta prioridad. Deben atenderse los serios riesgos de la inseguridad, la que viene de lejos, la que conocemos, y la que se generará por la inestabilidad social. Atención especial, con mecanismos concretos, necesitan las mujeres y niños que pudieran ser víctimas de violencia machista. Es decir, la problemática es amplia y compleja, es de salud, de economía y social. Estamos ante una tormenta perfecta.
Se ha dicho que después de las tormentas viene la calma, que es en las crisis donde se muestra lo que somos. Coincido con eso. Ante lo desconocido surge la incertidumbre pero también la enseñanza rápida, tal vez atropellada pero con los cuidados que exige la sobre vivencia. Si vemos que el virus se contagia con asombrosa celeridad y mata, y lo vemos a todas horas en tiempo real, tenemos motivos de preocupación y actuaremos en consecuencia. La respuesta vista hasta ahora en México, tiene que ver con la situación social y la educación. No todos se pueden quedar en casa; hay quienes cuentan con empleo formal y pago garantizado, pero son millones de mexicanos, la mayoría, los que subsisten con ingresos variables e, incluso, van al día. Ellos son los más expuestos pero por necesidad. El propio Gobierno Federal, al entregar algunos programas, ha expuesto a adultos mayores. Los niveles educativos y algunas conductas frívolas se han notado en quienes no siguen medidas de sana distancia y los que han pretendido vacacionar o festejar lo que sea en plena fase dos. Junto a eso enternecen actos de generosidad de jóvenes, familias y comerciantes, que ponen algo para que mucha gente coma y este más segura.
Sigue lo fuerte, que puede ser terrorífico. Es previsible una oleada de contagios y muertes. De hospitales, equipos y personal colapsado. De desabasto. De protestas violentas. De aprovechamiento de la delincuencia de todo tipo. Son escenarios lógicos. Más nos vale no minimizarlos y estar preparados. Hará falta Gobierno eficaz, instituciones sólidas, unión social, solidaridad ciudadana y grandeza humana. La prueba es inédita y gigante. No podemos fallar. Está en riesgo nuestra tranquilidad y un modo de vida normal. Debemos cuidar especialmente al personal de la salud, que estén seguros y cuenten con todo el equipo requerido. Habrá que ayudar en el flujo de información fidedigna. No participar de saqueos. Cuidar que los servicios básicos funcionen. De esta terrible prueba debemos salir más humanos, más humildes, más solidarios y con muchas más cualidades.
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