NEOLIBERALISMO Y EL ROLLO
Uriel Flores Aguayo
Como parte del discurso presidencial, repetido sin ton ni son por sus seguidores más fieles y activos, se habla un día sí y otro también del neoliberalismo. Se utiliza para todo y se le adjudican todos los males de México. Si hay carencias en el sistema de salud, es por el neoliberalismo; si baja el precio del petróleo, es culpa del neoliberalismo; si de la nueva escuela mexicana no se conoce más que la publicidad, es causa del neoliberalismo; si extinguen el FONCA, es por el neoliberalismo en su versión Salinista; en fin, se podrían poner quinientos ejemplos de los males que, en la narrativa de la llamada cuarta transformación, ha provocado el neoliberalismo. Me temo que este término, tan en boga, no ha sido correctamente definido actualmente, que no pasa de ser un título retórico. Va siendo tiempo, para entendernos, que se sustente teóricamente, en sus conceptos generales, y se ubique en su temporalidad de ejercicio en México. Entiendo que hubo ese enfoque en la economía nacional, como modelo, y que es necesario tener claro lo que haya significado para nuestro país, así como las administraciones que lo impulsaron. Tengo claro que el discurso presidencial tiene como ejes la construcción simbólica de adversarios y la dotación con elementos de identidad a sus bases de apoyo; en esa estrategia ubico la alusión sistemática al neoliberalismo.
Era necesario dejar atrás el modelo neoliberal que, creo, después de Salinas de Gortari, se siguió implementando en forma parcial y con altibajos hasta llegar a Peña Nieto, cuando tuvo un ligero repunte. Ahora la cuestión será ver con que se sustituye. Es importante saberlo por la ausencia de definiciones claras de López Obrador. Que debe separarse tajantemente el poder político del económico es indispensable pero normal, eso no define modelo alguno; que las élites económicas deben pagar sus impuestos es indispensable pero normal, eso tampoco define modelo económico; que se tiene que extinguir la corrupción es urgente pero normal, eso no define modelo; que se deben implementar robustos programas sociales es de justicia pero normal, eso no define política económica. Casi todo lo anterior tiene que ver con cuestiones políticas y sociales pero no define el modelo económico.
Hasta donde alcanzo a ver funcionamos con una economía mixta con la convergencia del Estado y la iniciativa privada. No creo haya una ruta distinta a ese modelo en México. Es impensable intentar el Estatismo después del desastre que nos heredaron Echeverría y López Portillo; para quien piense así bastaría invitarlo a darse una vuelta por los tres o cuatro países que tienen una economía centralizada. Necesitamos regulaciones correctas para el Mercado, garantizando que no haya abusos de los grupos de poder económico ni del Estado. Esta economía de Mercado se sustenta en un ejemplar Estado de Derecho, en un comercio vigoroso, en un empresariado amplio y en trabajadores con sus garantías sociales efectivas; son factores claves para el desarrollo. Cuando digo empresarios pienso en los emprendedores no en los traficantes de influencias que, amparados en acuerdos políticos, hicieron mucho daño a la democracia y a la economía. Así como se requiere un ambiente democrático, de respeto a las minorías y a la prensa, también es indispensable cuidar los factores económicos.
Los programas sociales, vitales en una sociedad tan desigual y ojalá algún día lejos de las manipulaciones electorales, no definen a la economía ni a la política económica. No veo otro modelo económico real y funcional más que el que sobrevivió a la disolución de la Unión Soviética; los restos de ese naufragio derivaron en tristes o monstruosos ejercicios dictatoriales. Si lo que había era neoliberalismo, como es, y se quiere superar, está bien, será justo, pero debe definirse claramente, sin eufemismos y con planteamientos concretos. Si son transparentes y viables, suscitarán apoyo consciente de la sociedad pero, lo más importante, sobre todo generarán desarrollo. Para repartir riqueza primero hay que producirla; algo aparentemente tan sencillo muchas veces se deja de lado y no se entiende los pesos de la visión del Gobernante, los contrapesos del poder y el contexto internacional.
La actual crisis mundial, de salud y económica, exige revisar ideas, métodos, planes y políticas. No se debe pretender hacer lo que se había pensado antes de enfrentar esta nueva realidad tan distinta y compleja.