Ocurrió en Amherst, EU, en 1886. Cuando Emily Dickinson murió, la familia descubrió mil 800 poemas guardados en su dormitorio. No publicó más que 11 poemas en toda su vida, casi todos anónimos o con el nombre de otra persona. Emily habitó la soledad y el silencio. Escribía una carta por día a su cuñada, Susan, y se la enviaba por correo, aunque ella vivía en la casa de al lado. Esos poemas y esas cartas formaron su santuario secreto, donde quisieron ser libres sus dolores escondidos y sus prohibidos deseos. Lo escribió Eduardo Galeano en su libro «Espejos». Foto de «La Tercera».