PEÑASCO
No. Discúlpame, por esta vez no te acompaño. Aquí me quedo. No es bueno llegar hasta ese peñasco en el cantil, allí hacen una escala los silencios por la tarde y te aturden los oídos, se te nublan los ojos y se enredan los sentidos, la cabeza te zumba como si fuera un rabioso enjambre de abejas africanas listas para el ataque. No hermano, yo sé lo que te digo. En ese lugar enloqueció Hermelindo y después anduvo circulando el chisme de que lo había embrujado la Manuela, aquel homosexual que cuando tomaba licor decía que andaba en brama y lo seguía a grito abierto por todas partes. Cuentan que en esta peña una noche más negra que el azabache el brujo mayor de nuestro pueblo miró pasar los sueños de todos los seres humanos y asegura que no van a ninguna parte, testifica con base en sus saberes, haberlos visto deshacerse en este lugar cubiertos de brillos inquietantes que parecían parpadear en medio de la oscuridad. Desde entonces este lugar dejó de ser una zona ajena a las anécdotas de lo insólito, cuajadas de cantos algunas y otras de dolores, se habla de presencias no vistas pero sentidas por los que de manera natural ya vienen equipados con esa facultad, se dice que en el silencio total de este lugar experimentan celestiales goces y con rostros inmutables se deleitan como si en realidad escucharan la sinfonía, el canto armónicamente acompasado de miles de aves asombrosamente nuevas. Puede ser que este lugar sea aquel donde convergen extraviados los cuatro puntos cardinales y ese sea el motivo de que todo el que allí llega se desconcierta, se queda ayuno de rumbo, no sabe por dónde queda el camino que lo conduzca a ser lo que antes era y para evitar el juicio sumario de una colectividad pequeña que como juez ya tenía desde antes dictada la sentencia: Si llega al peñasco enloquecerá. No importa que este pequeño pueblo quepa en la sombra de una higuera, es grande por la fama del farallón que corona la montaña, o sea que su notoriedad no se finca en las grandezas que señala el mapa o por la ausencia de buenos caminos y de carreteras, ni siquiera por tener como límite este gran cañón, este barranco que también tiene su propia historia donde los enfermos sanan si limpian sus cuerpos con las aguas de un rio que de la montaña viene rebotando de roca en roca, de peña en peña inventando un rumor sonoro, aterciopelado. En su lenguaje el torrente confecciona una oración cuyo protegido secreto cura todo mal o afectación del cuerpo y del alma. Aunque todo aquí resuma magia y contemplación, lo cierto es que en el sitio más elevado de la meseta donde se ubica el peñasco que custodia la llegada de albas y atardeceres, desde donde solo se mira la cementera recién sembrada como una mancha verde de reyas difusas, está la espiritualidad de su fama. Lo corrobora el mirar en noches no aptas para el deambular de los andorreros por la pesadez de la oscurana, las enormes filas, los grandes cortejos de luciérnagas que en tierra iluminan las veredas y cual si fueran un séquito de fantasmas con un fragor de chirridos levantan el vuelo señalando con su luminosidad, los caminos que en el cielo son la ruta que conduce al gran peñasco. Espectáculo que solo pueden disfrutar los que tienen el valor de prescindir del calor de la cobija, los que abandonan el hogar para recrear en nocturnal experiencia sus fantasías, los aventureros, los gambusinos que aspiran llegar al pináculo de esta enorme cicatriz de la tierra tallada por el rodar de las aguas por siglos en su largo camino rumbo al mar. La profunda cañada no es otra cosa que la húmeda y silenciosa marca de sus huellas. Nosotros, al menos yo, no tengo el valor del tamaño que se necesita para llevar a cabo esta temeraria empresa y te sugiero que antes de que lo intentes, lo razones tranquilamente. Con esta advertencia me libero de futuros reclamos en caso de que tú, querido amigo y compañero, por las mágicas razones que emanan de la cercanía con esta enorme roca enloquecieras y llegaras a tocar con tus manos lo que está comprobado que propicia el descontrol mental de las personas. Antes de que por la valentía que en ti reconozco te decidas a acercarte, escucha otro de los relatos que fueron contados al amparo de amaneceres calichosos cuajados de reptiles de lomos escamosos desfilando como desfilan los fantasmas que asustan a las serpientes viejas, según signaron en sus escritos los que atraídos por la fama de esta franja de la tierra, experimentaron horas de horror en vida y siglos de sufrimiento con su alma seca, porque dicen que los que mueren de espanto se les seca el alma. Entre otros, esos son los secretos que el murmullo de los árboles trata de explicarnos cuando por las noches canta. Si nos detenemos un momento advertirás que son ciertas las leyendas de arenas y de playas, con solo observar por encima de las espigas que parecen bailar cuando el viento las menea, que ciertamente de aquí se divisa el litoral, solo concéntrate y mira por encima de donde revolotean ese mundo multicolor de mariposas que reflejando la tenue luz de este atardecer de primavera plena, parecen cintilar revoloteando como si fuera un rio que baila entre la arena cuando lleno de gozo se funde con las aguas del golfo, así comprobado, no es solo la fantasía de los relatores, es cierto, hay allá en la distancia un golfo cercado de precipicios, de cantiles, de farallones y montaña. Donde con una vocación de firmamento la tierra emerge del mar. No sé cómo será eso, pero existen palabras que aseguran que de ese lugar tan inapropiado nacen todas las veredas y caminos que conducen a las ánimas hacia el lugar que les corresponde de acuerdo al comportamiento de sufrimiento o de gozo que padecieron o disfrutaron en vida, si en fiesta de dos fueron cuando amaron uno solo, o si se les coló en acto tan sublime la traición y la mentira, es decir, aquí se lleva el registro de cuando como una abundancia apasionada de flores relucientes, asumen los esposos la hermosa relación en su luna de miel y también cuando el tiempo y la costumbre terminan por herrumbrar la reciprocidad y el respeto, dando paso a sanciones no tanto de cuerpos como de almas. Si estás limpio, que lo dudo, es posible que pudieras esquivar el conjuro y todo sea para ti, lo contrario de quienes han tenido la poca fortuna de constatar que una cosa es lo que uno piensa con relación a sus actos y comportamiento y otra muy diferente es la realidad que te muestra este espejo en el que te miras si llegas al peñasco. Tú decides. Antes te diré que por aquí pasó hace mucho tiempo un poeta, lo llamaron los vecinos el espléndido mitómano. Los que presumen de valor manifiestan que fue él, el que inició con la mala fama del peñasco. Que como ahora en primavera se hizo hasta el peñasco y sentado con las piernas meciéndose al precipicio, contemplaba la hermosura de la abrupta panorámica cuando le llegó un golpe de inspiración, un ataque repentino de sensibilidad hirió sin misericordia su alma de poeta, pensó que a esta pequeña aldea la hará famosa el canto de sus hijos, atrapó su violín que una ráfaga de viento le arrebataba e inició lo que como una obra maestra musical le dio la vuelta al mundo, solo que en la medida que la obra crecía el se llenaba de pequeñez. Su mente ya no le pertenecía y andaba por rumbos diferentes a la cotidianeidad del poeta. Loco, le gritaba la chiquillería al mirarlo pasar con su capa negra en pleno mes de abril que es cuando los soles alcanzan la mayoría de edad, gesticulaba cual si estuviera en plena conferencia dando cátedra de sus elevados saberes, la barba crecida, el andar de extraviado que lo acompañaba, le daba ese aire insólito y siniestro que tienen los que han perdido la razón. Cierto que quienes lo trataron cuentan que era feliz y que se sentía cuerdo, seguro de lo que hablaba vivía y decía; relataba haber tomado uno de los caminos que allí nacían y que todos, incluido por el que él se había decidido, conducían a alguna parte y que depende de ti y de tu convencimiento que ha donde te conduzca sea un lugar donde valga la pena llegar. Si es el sendero correcto notarás que cual garzas cenicientas y peregrinas, las neblinas mecerán las espigas del maizal a lo largo de la pradera y los barbechos, te transportarán como si soñaras un sueño donde una alfombra de flores multicolores sobre aquella inmensa vastedad amanecida te convierte en girasol atónito de ser parte de aquella ensoñación, entonces, al despertar, es casi seguro que estarás apto para escuchar una fiesta lírica de voces y cantos nuevos y a partir de entonces todo será diferente para ti, los goces, las mañanas y los atardeceres, la vida misma, todo esto, decía, sucede si tomas uno de los caminos que nacen en este lugar y nada importa que te llamen loco. El único requisito según señalaba, es que debes estar enamorado, solo así, al estar nuevamente en la vigilia tendrás la facultad de conocer los filtros con los cuales la naturaleza purifica el agua y la potestad para cantar cuando se convierte en torrente, de igual manera, el suave talento para indicarle cuando es el lapso, el instante propicio para ensancharse en el remanso y transformar su brava estrechez en lánguida grandeza rodeada del mundo vegetal que lo admira y se dibuja reflejándose cual si se mirara en un espejo de cristal, entenderás el idioma de los pájaros, de las flores, de la lluvia, del viento, de los arrozales y de todos los sembradíos; como es que se entienden las madrugadas y los girasoles y como ancla su alegría la torcaz en medio de la tarde, en fin, como charlan con notas musicales en una sinfonía de vida las aves, aguas, luces, sombras, animales y todos los vegetales y como el poeta los atrapa como si fueran notas y versos que vuelan en el aire. Claro que tiene un costo: no hay familia, amigos, ni estima social, todos, hombre y mujeres te asignan un nombre: loco. Todo lo que digas o hagas será remitido sin tu consentimiento al cesto donde la sociedad acumula el actuar de quienes tuvieron la osadía de subir hasta el peñasco. No existe comprensión para los que poseen la facultad de platicar con los árboles, las estrellas, con las piedras, con las flores, con las mariposas, las aves y las fieras a quienes en ocasiones les cuentan historias ciertas o inventadas, relatándoles cuentos por las tardes o recitándoles poesías en la madrugada, gesticulando como si estuvieras en el más afamado de los teatros y frente a una gran y selecta audiencia, porque desarrollaste en un momento ese instinto casi divino que diferencia al genio del que no lo es, los que allí se aventuran tienen la intuición como camino para alcanzar la plenitud y no se detienen en considerar si le gusta o no a los demás. El profundo convencimiento que los anima es aquel que les dice: quien traza el rumbo es la mente y yo voy por la senda que me ha señalado la mía. Narran los que conocen que contrario a otros lugares donde cuentan que el aire pule y abrillanta las estrellas, en este sitio la brisa que llega del lejano golfo, te llena de salitre los sentidos, los enturbia y por eso tus ideas brotan contaminadas de irrealidad. Aquí como en ninguna otra parte el silencio es absoluto, no lo contamina ni el canto ni el quejido, motivo por el cual el arte de mirar, de respirar, de sentir, de valorar, ha sufrido severas mutaciones, desde luego, nada de lo que aprecies será percibido por los demás; allí encontrarán la justificación y te calificarán de loco, no podrán mirar el gran abanico de tonalidades cromáticas que con nitidez y deleite observarán tus ojos y no entenderán cuando les expliques que has elevado tu nivel de conciencia y que lo que antes tenía lógica y sentido ahora para ti ya no lo tiene, no creerán, por más que les expongas que puedes ver las aguas que en vez de bajar en la cascada, suben por la falda de la montaña, que disfrutas cuando un arcoíris fugazmente peregrino abandona la quietad de su donaire para relampaguear como si estuviera de fiesta y su principal empeño fuera aturdir al cielo con todos los colores, desplazando al azul que de siempre lo ha caracterizado, el cielo atónito se quedó como tú, porque ahora veo que te cubre algo así como una somnolencia corporal y nada absolutamente nada tiene importancia para ti. Tú decides, solo que aún no llegas y ya estás sumido en esta especie de letargo, imagínate si logras llegar hasta el peñasco, tus labios tendrán dibujada una sonrisa permanente como si tus oídos escucharan de manera ininterrumpida la más hermosa melodía y pregonarás a grito abierto que se te han revelado diáfanamente todo aquello que la humanidad tenía como confidencial, oculto, sapiencia que no podrás comprobar y ya para entonces con vestimenta estrafalaria, todos, incluidos los niños, que te seguirán cuando según tú, camines por las calles divulgando los secretos conocimientos a los que tuviste acceso al coronar tus sueños subiéndote al peñón. No te escucharán cuando les digas que en este lugar los poetas de todas las edades, idiomas y estilos, vienen a enseñar sus versos que quedan prendidos, aferrados para siempre en el ambiente y a aprender de la voz del viento, metáforas nuevas; las tonadas, las más recientes, las que canta el mar y las expresa a golpe de soledad, son captadas por los músicos que las escriben en su papel pautado y las exponen como hermosas melodías. Déjame decirte, la amistad me obliga, que quien así se expresa lo hace con el idioma de esa soledad desgarradora que solo conocen los enamorados en ausencia de su amada, esa soledad que inspira y se puede convertir en comunicación telepática. La que comunica de rara manera, la que provoca lucidez más allá de toda lógica o razón. De las leyendas, cuentos, anécdotas, que circulan con relación a la hosquedad del viento en determinados momentos, nadie hasta ahora ha levantado la voz para desmentirlos, es más, sobra quien asegura, se expresa con un rumor ofensivo que desaparece al chocar con el peñasco, se adentra entonces en la espesura de la nada manso, dando algunos giros silenciosos, remolinos que más parecen bamboleos agonizantes de un viento que ya sin voz, nada altivo y si insolente, desea mostrar las visibles cicatrices que le dejara los finos cuchillos de la lluvia cuando como integrante de una procesión rumbo al peñasco buscando diluirse, lo sorprendió el aguacero en pleno viaje a mitad de la cañada y va ahora derramando según él, buenos mensajes de una tierra de sabios que existió, avisos que solo escuchan y entienden los poetas, aunque ellos en pie de guerra, luchando a su manera, no relatan escribiendo lo que en el aire se anuncia, porque están convencidos que quienes tienen que relatar esa historia son los descendientes directos de aquellos que habitaron el territorio hundido en el tiempo. Si ellos no lo hacen, calculan que es una batalla perdida. Los descendientes dicen que ya entendieron, que se reunirán muchas veces, tantas como sea necesario más para darle voz a los poetas que para proporcionar elementos a la poesía. A ellos que no te quepa duda, también los llamarán locos. Eso que dices de nada servirá. De que sentiste de momento la imperiosa necesidad de acercarte porque intuiste que al hacerlo lograrías escalar las más altas metas del conocimiento humano, además, de que inspirado sentiste que el peñasco te echa de menos, que sin ti luce triste, se retrata indiferente, lejano, enfermo de soledad, no es otra cosa que la manifestación de que la cercanía te ha afectado…no, no te acerques demasiado, recapacita, te lo advierte un amigo que te estima. Si lo que hasta ahora te he comentado no basta, escucha lo que te esperaría al final de la jornada, cuando ya se te hayan pasados los efecto de la confusión de los sentidos, serás alguien que se comportará como si fueras el portador de un bacilo come ideas que con exagerada minuciosidad minara acremente algún destello aislado de intelectualidad que te quisiera acompañar, o de adentrarte en alguna asignatura de cualquiera de los temas de la amplia gama de saberes de los que hubieras hecho gala o presunción, todo ignorarás de la física teórica, la cosmología, la genética, la medicina, la psiquiatría, la cibernética, la economía, será para ti como la famosa cruda del alcohólico, florecerá tu comportamiento como una expresión de la sabiduría humana fracasada y nada huérfana de miradas acusadoras, la cuota de eficacia para entonces, será sumamente discreta, por no utilizar el término de nula, y una jungla de razonamientos reveladores e imprecisos empezarán a brotar por tu boca que ahora, tardíamente, reconocerás debió quedarse callada. Entrarás en el introvertido recinto donde no cuentan las alcurnias y comprobarás que la sociedad a la que pretendiste servir, no tiene memoria para el agradecimiento por los esfuerzos pasados, para ella, cuerpo amorfo, solo es válido lo que le aporta beneficios hoy. Lo demás son terrenos exclusivos de la literatura, donde tú y yo, te lo digo con respeto, no tenemos nada que aportar…Allá en la firme convicción de su franqueza fabricó lo que supuso una respuesta adecuada…gracias, camarada, te confieso que la fascinación que ejerció en mi el tono de tu voz fue decisivo…avancemos. Eso es amigo, camina apoyado de mi hombro como si convalecieras y olvídate de todo. Respira profundo y piensa que has tomado la mejor decisión de tu vida y como en la senda de los amigos verdaderos no caben los secretos, tal vez algún día alguien escriba que no fuiste más que un cuento que inventó este pequeño poblado que cabe en la sombra de una higuera, será de esa manera porque sin arte que la invente y la describa, la realidad no existe. Ni existe la poesía que no tiene más casa que la diseñada por las paredes de la imaginación. No entiendo bien del todo pero parece que con nosotros se cumple un extraño y antiguo ritual. En ocasiones como ésta una sonrisa dice más que mil palabras. Mira como con buen gesto y eufóricos están reunidos todos Los habitantes del caserío al final de nuestro singular viaje, parece, en ese chalaneo gesticulador, que inventan las palabras con que nos darán felices la bienvenida por haber tenido el coraje de cruzar la línea de influencia del peñasco y continuar nuestro camino…prepárate. Un aplauso nos espera.
Tan solo unas letras que ofrecer. Felicidades.
SILVESTRE VIVEROS ZÁRATE