DESPERTAR A TIEMPO
Romeo Gonzalez M.

REFLEXIONES COVID19
DEFORMACIONES DEL PODER

La cultura patrimonialista del poder en funcionarios y servidores públicos es un fenómeno sociopolítico diseminado en toda la administración pública. Se manifiesta cuando el poder se ejerce como propiedad personal, familiar o de grupo y forma parte de las deformaciones de la administración originados en la fragilidad de la llamada “democracia representativa”. Quien ejerce un cargo, por delegación o por elección popular olvida que solo el pueblo es fuente originaria de poder y se comporta y actúa como si el cargo se lo deba al líder, al padrino, al gobernador, al presidente, al grupo, a su familia o al partido.
La lealtad personal pasa a ser criterio de preferencia y valor determinante en la selección de personal y no la experiencia, la capacidad y la lealtad a las instituciones y al proyecto político como se supone y se presume en las “tomas de protesta”. El fenómeno es grave y amerita ocuparse de ello pues se trata de una mentalidad que trasciende a los gobiernos del cambio profundo y, sin duda es una herencia incompatible con la Cuarta Transformación de la vida publica de México.
La clase política ampliada, mezcla de todos colores, actualmente y en gran medida, preserva la misma cultura política del pasado y da lugar a que la comentocracia, cada que hay oportunidad se refiera al presidente, a funcionarios o representantes de MORENA con la frase de “son iguales” o de manera irónica “el pequeño priista que todos llevamos dentro” dijo recientemente la Senadora del PRI, mi ex jefa, cuando fue gobernadora de Tlaxcala, la Lic. Beatriz Paredes. Más nunca del mismo lado de la historia, le faltó decir a la exdirigente de la CNC. Por eso el presidente Andrés Manuel tiene razón cuando dice y reitera en las mañaneras “no somos iguales”. Una diferencia fundamental en la que habrá que insistir y aplicar en todo momento y particularmente en los procesos de selección de aspirantes para la renovación de poderes. Cero antecedentes de corrupción, cero riqueza inexplicable, y hechos que denoten congruencia con el proyecto de trasformación de la IVT. Los resultados de la jornada electoral de 2018 arrojaron la exigencia generalizada de un cambio profundo de la vida pública y en respuesta a ello se inició en México un proceso de transición y de transformación hacia un nuevo régimen. Consolidar ese proceso necesariamente requiere de criterios más estrictos de selección. A dos años de distancia, ha dicho por el propio presidente, “lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer” y al parecer no será nada fácil que ocurra. Pasar de la vieja cultura a otra sustancialmente diferente de carácter democrático y republicano, de servidores con auténtica vocación y mística de servicio es un salto descomunal, pendiente de darse no obstante las profundas reformas impulsadas por los grupos parlamentarios de MORENA y el propio presidente AMLO. Se puede afirmar que ese cambio apenas empieza. Desde luego es muy importante, valioso e imprescindible el ejemplo del presidente, pero no basta. También ejemplar y de incalculable valor político es la aportación de miles de Servidores de la Nación que junto con la actitud vigilante de la población beneficiada de los programas sociales y las redes sociales afines son el activo más importante de conciencia social y cultura cívica con que cuenta hoy México y forman parte central de la audiencia de las mañaneras que los conservadores quisieran desaparecer.
Fomentar una nueva cultura cívica en los servidores públicos que transparente y consolide su compromiso con los objetivos de la IV Transformación no puede ser ni por decreto ni por generación espontánea. Impotentes e inertes en papel se leen “códigos éticos” y de “conducta” en algunas instituciones. Es indispensable la acción estratégica educativa y de transformación política enfocada a los servidores públicos de los tres poderes del estado, de los tres ámbitos de gobierno y en todo el territorio nacional a la par de un pueblo políticamente movilizado defienda sus conquistas, vigile y así lo demande. Prácticamente hace falta una revolución cívico- cultural, escuché decir a un colaborador de AMLO de probadas convicciones que en su etapa juvenil fue militante de izquierda anarquista del 68.
De esa estrategia política ha de formar parte un enorme y organizado esfuerzo de debate y pensamiento crítico que lleve a cabo el cuestionamiento de conceptos, hábitos, patrones de conducta, esquemas de trabajo, modelos de organización, normas y lineamentos de trabajo e incluso políticas públicas que teóricamente son congruentes con la IVT pero en realidad, en los hechos, revelan continuidad de la cultura patrimonialista y neoliberal del viejo régimen. Les llamo “neoliberalismo sin neoliberales”, generalmente dentro de los programas sociales o en la administración del presupuesto estatal y municipal hasta donde hoy se sigue filtrando la concepción y operación heredada de la tecno-burocracia de la SHCP.
Casi un siglo de dominación PRIANISTA rodó por los suelos con el voto aplastante de 30 millones de electores de MORENA. La voz hegemónica de los intereses de aquel gobierno de amigos, de aquella oligarquía concubina de poder político y económico, fue afortunadamente desterrada como parte del mandato popular, más el resto de los miles de funcionarios medios y el conjunto de la burocracia nacional permaneció y está en espera de tratamiento. Es el cuerpo del elefante.