La furia del cielo

Juan Noel Armenta López

 

Clarito vimos cuando un rayo le cayó al jinete que se escampaba de la tormenta bajo los árboles del camino. Parece que ese rayo mató al jinete, dijo tío Costa. La tormenta estaba muy fuerte, ni para salir a ayudar. El temporal no daba tregua. Bocanadas de aire con agua se venían encima como las violentas olas del mar. La tarde se hizo más oscura, densa, impenetrable. El viento chifloneaba entre los árboles. Con un estruendo espantoso, el viento voló las láminas del caedizo pese a que estaban untadas de brea y fijadas con clavos y corcholatas. El techo fue a parar hasta el camposanto, se asentó sobre la tumba de Toño Ramírez. Ese día empezó a llover más temprano que de costumbre. El sol le dejó paso libre a la tormenta. Negros nubarrones se vieron desde entrada la tarde. El agua de la lluvia bajaba por las pendientes entreveradas de la montaña hinchando los veneros de arroyos, rayas y veredas. Parte de la fauna llegaba de visita a tejamaniles y casas del pueblo. Una segunda luz blanquecina rasgó el manto negro del cielo y cayó sobre las copas de los árboles que se movieron con el impacto como lomos de borrego en estampida. Al iluminarse el techo del cielo, logramos ver que jinete y montura estaban caídos en el suelo. Un segundo rayo desgajó en dos mitades al oyamel donde hacíamos los columpios de la chiquillería. Si no vi mal, cuando se iluminó el cielo, ese animal carablanca me pareció la yegua de Pepe “Ronquillo”, dijo Tía Minga dudando todavía. A las seis de la mañana, cuando menguó la tormenta, salimos en estampida para ayudar en lo que se pudiera. Tío Costa, armado hasta los dientes, dijo que no fuéramos. Pero había que cuidar a Tío Costa, no le fuera a dar un “síncope” por su vejez y nosotros ni por enterados. Al llegar, vimos que el jinete era Pepe “Ronquillo”, o lo que quedaba de Pepe “Ronquillo”. Porque la verdad, lo que quedaba de Pepe “Ronquillo” era un bulto negro y carbonizado, chiquito y humeante. El rayo le había chichinado la sangre y la carne a Pepe “Ronquillo”. La yegua de Pepe “Ronquillo” estaba con la cadera partida, derrengada. La yegua abría la boca, “berreaba” de dolor y se arrastraba en el suelo. La yegua estaba sufriendo. Tío Costa cortó cartucho y le metió dos tiros de Mauser en la cabeza a la yegua. En un último suspiro, vimos como la yegua recuperó la paz y se aflojó. Por Pepe “Ronquillo” no se podía hacer nada. Tío Costa a manera de oración dijo: ¡Que Dios reciba en sus brazos a Pepe “Ronquillo”! También pedimos todos que el cielo de las yeguas reciba en sus brazos a la yegua de Pepe “Ronquillo”, amén. Gracias Zazil. Doy fe.