El Poder de la Palabra
Gratitud a nuestros padres
Enrique Alberto Mendoza Filidor
“Las raíces bajo la tierra no piden recompensa
por hacer que las ramas den frutos”.
Rabindranath Tagore
Filósofo y escritor indio.
Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un pequeño niño lo amaba mucho y todos los días jugaba alrededor de él. Trepaba al árbol hasta el tope y el le daba sombra. El amaba al árbol y el árbol amaba al niño. Pasó el tiempo y el pequeño niño creció y el nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol. Un día el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo triste: «¿Vienes a jugar conmigo?» pero el muchacho contestó «Ya no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles. Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos». «Lo siento, dijo el árbol, pero no tengo dinero… Te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas. De esta manera tú obtendrás el dinero para tus juguetes». El muchacho se sintió muy feliz.
Tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz. Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar triste. Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le preguntó: «¿Vienes a jugar conmigo?» «No tengo tiempo para jugar. Debo de trabajar para mi familia. Necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme?»… » Lo siento, pero no tengo una casa, pero…tú puedes cortar mis ramas y construir tu casa». El joven cortó todas las ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol, pero el joven nunca más volvió desde esa vez y el árbol volvió a estar triste y solitario. Cierto día de un cálido verano, el hombre regresó y el árbol estaba encantado. «¿Vienes a jugar conmigo?» le preguntó el árbol. El hombre contestó «Estoy triste y volviéndome viejo. Quiero un bote para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno?». El árbol contestó: «Usa mi tronco para que puedas construir uno y así puedas navegar y ser feliz». El hombre cortó el tronco y construyó su bote. Luego se fue a navegar por un largo tiempo. Finalmente regresó después de muchos años y el árbol le dijo: «Lo siento mucho, pero ya no tenga nada que darte ni siquiera manzanas». El hombre replicó «No tengo dientes para morder, ni fuerza para escalar… Por ahora ya estoy viejo». Entonces el árbol con lágrimas en sus ojos le dijo, «Realmente no puedo darte nada…. la única cosa que me queda son mis raíces muertas». Y el hombre contestó: «Yo no necesito mucho ahora, solo un lugar para descansar. Estoy tan cansado después de tantos años». «Bueno, las viejas raíces de un árbol, son el mejor lugar para recostarse y descansar. Ven siéntate conmigo y descansa». El hombre se sentó junto al árbol, feliz y contento sonrió con lágrimas.
Una de las más importantes experiencias que podemos tener en estos tiempos de pandemia, es sin duda la cercanía familiar, lo que nos permite encontrar a través de la comunicación nuevos vínculos con nuestros hijos, con nuestros padres o en su conjunto con toda la familia.
Son tiempos para encontrar el verdadero rostro del amor, ver de cerca a las personas que en cualquier momento de nuestras vidas se quedarán hasta el final con nosotros, más en la adversidad.
Cuando la prosperidad llega a nuestra vida con dinero o poder, el mundo se hace pequeño como para comérselo en una sola mordida, ahí surgen amigos por todas partes, los cuales desaparecen cuando la fortuna nos abandona. Tristes experiencias, pero verdaderas.
He tenido la oportunidad de acompañar a diversas personalidades en campañas políticas, donde encontré la expresión más pura de la amistad, solidaridad y respaldo al candidato en turno, al obtener el triunfo sin duda su casa se llenaban de grandes amigos “quienes darían la vida por el candidato ganador” sin embargo en el momento que pierde la elección he visto llegar a su domicilio solamente a sus padres, cónyuge, hijos y algunos familiares más cercanos, esto me demuestra que solo estarán al lado de esas persona su familia. Lo curioso es ver que cuando la persona llega al poder, de quien menos se acuerda es de su familia.
Lo que más me emocionaba ver, fue el abrazo cariñoso y protector de los padres, quienes siempre están en las buenas o en las malas. Brindando consuelo y respaldo incondicional.
Hay una tradición popular que interpreta el pensamiento de los hijos sobre sus padres de acuerdo a su edad, de los 5 a 13 años son nuestros héroes, de los 14 a 17 años comienzan a molestarnos, de los 18 a 29 años son anticuados y obsoletos, de los 30 a 49 no les permitimos opiniones y los hacemos a un lado, de los 50 en adelante los comenzamos a extrañar, porque lo que más necesitamos de ellos, es su consejo y ternura.
Esta pandemia, representa la oportunidad de encontrarle un sentido diferente a la vida, ante esta difícil circunstancia que todos tenemos que vivir. #QuédateEnCasa y #SanaDistancia significaron una campaña permanente del gobierno federal para contener el incremento del contagio de la Covid-19. Vemos desalentador el resultado de hoy, por el gran incremento de infectados y fallecidos.
Hay incertidumbre de cuánto tiempo va a durar esto, que va a suceder en la nueva normalidad que se nos presenta, la pregunta es ¿Habrá una vacuna a tiempo para impedir más contagios?
Al final nuestra intuición y sentido de supervivencia nos mostrará el camino más adecuado, tomando medidas extremas de higiene y cuidando al máximo a las personas más vulnerables, la vida tiene que continuar y no podemos detener el ritmo vertiginoso del nuevo entorno social, es decir el mundo cambió, y ante este cambio debemos estar preparados.
Vivimos una sociedad de consumo, agobiada por sus propios problemas, por no poder identificar la fuente y destino de toda su existencia, en medio de un mundo digital que nos llena de millones de datos informativos siendo utilizables unos cuantos, como información o conocimiento, lo demás es basura.
El filósofo coreano Byung-Chul Han considera que después de la pandemia: “Sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente”.
Esto es grave porque representa una nueva forma de vida que no conocemos y que será sin duda una carrera sin escrúpulos por alcanzar la supervivencia.
El filosofo coreano considera también que: “La pandemia, en particular, pone de relieve los problemas sociales, los fallos y las diferencias de cada sociedad. Con la Covid-19 enferman y mueren los trabajadores pobres de origen inmigrante en las zonas periféricas de las grandes ciudades. Tienen que trabajar. El teletrabajo no se lo pueden permitir los cuidadores, los trabajadores de las fábricas, los que limpian, las vendedoras o los que recogen la basura. Los ricos, por su parte, se mudan a sus casas en el campo. La pandemia no es solo un problema médico, sino social. El virus es un espejo, muestra en qué sociedad vivimos. Y vivimos en una sociedad de supervivencia que se basa en última instancia en el miedo a la muerte. Ahora sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente. Todas las fuerzas vitales se emplearán para prolongar la vida. En una sociedad de la supervivencia se pierde todo sentido de la buena vida. El placer también se sacrificará al propósito más elevado de la propia salud”.
Con lo anterior y basándonos en la perspectiva de un filósofo experto que ha dedicado su vida al análisis de esta nueva conformación social, es necesario que resaltemos la necesidad de fortalecer todos los valores, construyendo relaciones que nos mantengan unidos como familia.
Ahora es muy común ver cómo los hijos agreden a los padres de forma verbal, psicológica y física. Asimismo, cuando las personas alcanzan en la tercera edad, lejos de ser fuente de sabiduría, se convierten en un estorbo sufriendo una serie de ataques y desatenciones que lastiman su dignidad.
Es tiempo de reflexionar al respecto, por ello le invito cordialmente a llevar a cabo un análisis a fondo que permita rescatar los buenos hábitos de reciprocidad y gratitud. Amor a la familia.
Respetemos a nuestros padres y encaucemos como padres esos principios de respeto a nuestros hijos.
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