Ajedrez contra la muerte

Paulo Arturo González Rivera

 

En 1957 Ingar Bergman crea una de sus obras maestras: El séptimo sello. Cuidaré de no adelantar elementos de la película que pudieran restar interés de verla; por el contrario, espero que pueda resultar una invitación para acercarse a ella y al gran cineasta. El argumento se desarrolla en el contexto de una pandemia, una de las más comentadas en la historia porque las estimaciones de morbilidad son escalofriantes: la peste negra de mediados del siglo XIV.

Un caballero que ha regresado de las cruzadas busca una respuesta sobre el sentido de la vida, viene de participar en la contienda que te daba el paso a la eternidad; y, sin embargo lo persigue la duda sobre la existencia de Dios. El personaje es, sin duda, muy moderno: no niega la existencia de Dios, pero sí lo interroga, le pide una señal. Este caballero llega a una tierra invadida por la peste, y su primer encuentro es con la Muerte, con ella se da un diálogo que podemos resumir en una frase de la sabiduría popular: “la muerte está tan segura de vencer, que nos da toda la vida de ventaja”. El protagonista desafía a la muerte en un juego de ajedrez apelando a su arrogancia, con la promesa de que irá con ella sin dudas, pero que primero quiere este enfrentamiento. Sabemos anticipadamente quién es el ganador, pero el caballero busca una prórroga para responder a sus incógnitas.

La película se vuelve un viaje, en que el caballero ha de encontrar una razón de ser, un sentido de la vida. En este periplo, la película nos muestra las diversas formas en que reaccionan las personas frente a la epidemia y frente a la muerte. Como es de esperarse, durante las crisis los seres humanos dejan ver quiénes son. Algo que deja muy claro también Camus en su obra La peste. En este sentido, El séptimo sello puede representar un espejo del momento que vivimos, un espejo que, a pesar del tiempo transcurrido sigue siendo fiel a la imagen que se encuentra en él. Las formas en que nuestra sociedad responde a la pandemia son muy semejantes a las señaladas por Bergman.

Tenemos, por ejemplo, a la Iglesia, cuya participación consiste en promover el miedo, y, mediante éste, tomar el control, someter a los creyentes. Están, por otro lado, quienes beben en la taberna, con la consigna de que, es un azar, un destino del que no se puede escapar, por lo tanto, como reza también el dicho popular: “cuando te toca ni aunque te quites, y cuando no, ni aunque te pongas”. Así que no tiene sentido huir ni temer, el destino es irremediable. Pero son estos mismos personajes de la taberna quienes someten a un terrible espectáculo a un ser inocente; es verdad que son solamente algunos de los parroquianos quienes lo obligan a “hacer el oso”, literalmente, para provocar las burlas de los asistentes, pero todos aplauden y se burlan de él. La escena confirma que, más allá de la peste, es el mismo ser humano su propio peor enemigo. La peste no está fuera, sino dentro de nosotros. La mezquindad, la incapacidad de la empatía, la acusación infundada, el gusto por sentirse poderoso sometiendo al más débil, o escudado en el anonimato de la multitud; estas actitudes son la verdadera peste, no sólo de la peste negra, basta con mirar nuestro presente.

Otra de las reacciones, es la de buscar culpables, en este caso a una joven mujer a la que se le inculpa de bruja, de tener relaciones con el demonio, y a la que el caballero se acerca para cuestionar; pero, además, para asistirla. No se puede dudar de que el caballero sea cristiano, es una de las cualidades que le definen como tal; pero, tiene sus dudas y teme que haya más crueldad que verdad en la incriminación de esta joven. Se sabe, de hecho, que los judíos fueron señalados en la Edad Media como los causantes de la peste negra, y perseguidos por tal acusación. Actualmente las acusaciones infundadas se han multiplicado: China, científicos locos, farmacéuticas voraces, Estados Unidos, y hasta fumigadores a quienes se les acusa de propagar el virus.

En una de las escenas más importantes, quizá en la más importante, con diálogos perfectamente trabajados, de gran profundidad emotiva e intelectual, el caballero entra al confesionario y se devela a sí mismo, se encuentra con quien él busca, mediante un diálogo en que él mismo formula las preguntas y las respuestas, sabe qué es lo que quiere: comprender y no creer. Pero además sabe que está tratando de ganar tiempo contra la muerte, y, lo más importante, sabe para qué. Los héroes se transforman con la cultura, si un día lo fueron los caballeros cruzados que luchaban contra la figura de los infieles, hoy son los científicos, quienes buscan una prórroga, ganar tiempo contra la muerte hasta tener un tratamiento o una vacuna.

El destino de todos es morir, el del caballero también, antes o después del final de la película. Pero hay una victoria aún si nuestro héroe tiene que partir, descubre que el sentido de la vida está en salvar la vida; y que, a veces para ello, hace falta morir.