De las grandes virtudes del Séptimo Arte es esa capacidad que tiene de provocar todo tipo de emociones. Nuestro estado de ánimo cambia con una sola expresión. Las imágenes, los diálogos, los personajes, el vestuario, la escenografía –la ambientación-, los paisajes, los efectos especiales y los recursos técnicos y tecnológicos, todo influye en el cinéfilo. Todos estos recursos hacen que el cine tenga magia, que sea mágico, que sea un poderoso arte que atrae a millones de espectadores en todo el mundo, que nos hace soñar con ese lenguaje tan particular que nos emociona y conmueve hasta las lágrimas, las más de las veces. No podía dejar la ocasión, a partir de una noticia lamentable, la de la muy triste partida del maestro Ennio Morricone, para mencionar a la música, a las bandas sonoras del cine que sin ellas no sería ese maravilloso arte que es. Y es que al hablar de música para el cine de inmediato nos tenemos que remitir al gran músico y creador italiano. Casi casi se puede decir que es la contracara de este maravilloso entretenimiento. No quiero, porque además no puedo hacer un repaso a una carrera ¡enorme!, que abarcó más de 60 años dentro de la industria, se habla de más de 500 colaboraciones, algunas míticas, memorables, legendarias, que ahí han quedado para la posteridad: ‘Cinema Paradiso’, ‘La misión’, ‘El bueno, el malo y el feo’, ‘Erase una vez en América’, ‘Malèna’, ‘1900’, ‘Los intocables’ y para qué le sigo. Ennio tenía la enorme virtud de provocar en el narrador un llanto festivo e incontrolable, cosa que siempre le voy a agradecer al italiano. Lamento mucho su partida en 2020, se fue pero se quedan sus geniales obras musicales con nosotros, de eso estoy seguro. Foto de «Marca». Lo escribe Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.