De los Ángeles a los Demonios

 

Dra. Denisse de los Angeles Uribe Obregón

Magistrada del Tribunal Superior de Justicia

 

La mujer indígena: símbolo de lucha y resistencia

 

El 5 de septiembre se conmemora como cada año desde 1983 el día internacional de la mujer indígena, fecha instaurada en homenaje a la lideresa indígena Bartolina Sisa, durante el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América, celebrado en Tiahuanaco Bolivia.

Bartolina Sisa fue una luchadora social que vivió en la provincia Loayza perteneciente al departamento de La Paz, Bolivia, integrante del grupo étnico de los aymaras, dedicó su vida a la defensa de su comunidad y a lado de su esposo Julián Apaza Nina, también conocido como Túpac Katari, encabezó la resistencia de los pueblos andinos contra el yugo español, motivo por el cual fue cruelmente torturada y asesinada por el ejército realista el 5 de septiembre de 1782.

El rostro de Bartolina simboliza la lucha mundial de las mujeres indígenas en contra del racismo, las injusticias y los abusos, pues lamentablemente este sector es víctima de una triple discriminación: por ser indígenas, por ser mujeres y por ser pobres, este desalentador panorama las coloca en un escenario de desventaja y vulnerabilidad.

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo, en América Latina y el Caribe los pueblos originarios representan más del 8.5% de la población, sin embargo, cuentan con un mayor porcentaje de personas viviendo en pobreza extrema, por su parte la Comisión Económica para América Latina y el Caribe señala que en la región habitan 23 millones de mujeres indígenas, quienes viven en condiciones precarias.

 

En nuestro país de acuerdo con la Encuesta Intercensal 2015, residen 6 millones 146 mil 479 mujeres indígenas, se estima que más de la mitad son monolingües, porcentaje mayor que en los hombres, situación que acentúa la brecha de desigualdad.

Dentro de los principales problemas a los que se enfrentan se encuentran: la pobreza extrema, la carencia de seguridad social, la falta de educación sexual y reproductiva, el analfabetismo, la desnutrición, un limitado acceso a la tierra, la mortalidad materna, discriminación en el mercado laboral y mayores dificultades para acceder a espacios de representación política.

Aunado a lo anterior, las mujeres indígenas sufren constantemente violencia de género, aunque en la mayoría de los casos no se reconocen como víctimas debido a la prevalencia de roles y estereotipos en sus comunidades, actitudes que muchas veces se intentan justificar bajo el argumento de que éstas forman parte de los usos y costumbres de los pueblos originarios.

El artículo segundo de nuestra Carta Magna reconoce el derecho de los pueblos indígenas a la libre determinación, sin embargo, en su fracción segunda menciona expresamente que la autonomía de éstos deberá respetar las garantías individuales, los derechos humanos y, de manera relevante, la dignidad e integridad de las mujeres; México ha ratificado instrumentos internacionales que también protegen sus derechos; todo tipo de abuso en su contra debe ser denunciado y castigado.

La humanidad tiene una deuda pendiente con las mujeres indígenas, quienes a través de su trabajo han contribuido fervientemente en la construcción de sus naciones, desempeñando un papel fundamental en la conservación de las lenguas maternas y en la difusión de los saberes ancestrales, además de participar activamente en la defensa por la autodeterminación de sus pueblos.

Lamentablemente a doscientos setenta y ocho años de la cruel muerte de Bartolina Sisa aún persisten rezagos y desigualdades que deben combatirse, a pesar de los avances alcanzados, lograr la igualdad de condiciones y el empoderamiento de la mujer indígena continúa siendo uno de los principales desafíos en la agenda mundial; visibilizar su trabajo y reivindicar su papel es nuestra tarea pendiente.