En este día, 20 de septiembre de 2020, celebramos el Domingo 25 del Tiempo Ordinario, Ciclo A, en la liturgia de la Iglesia Católica.
El propietario. El pasaje evangélico de hoy es de San Mateo (20, 1-6): «Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: ‘El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña». El relato dice que el dueño del viñedo volvió a salir a las nueve de la mañana, luego a las doce, a las tres y a las cinco de la tarde, y contrató a nuevos jornaleros que habían estado de ociosos. Convino con ellos de pagarles lo justo. La viña es una plantación de vides que producen las uvas de las cuales se obtiene el vino. La Vid era símbolo de Israel, Pueblo de Dios, a quien éste consideraba su propiedad y la cuidaba con esmero. Mateo presenta tres parábolas sobre la viña y ésta completa la enseñanza sobre la recompensa que espera a los que dejan todo para seguir a Jesús.
Los obreros. Al atardecer, el dueño de la viña ordenó a su administrador que llamara a los trabajadores y le pagara a cada uno un denario, comenzando por los que habían llegado al final. Los que habían comenzado el trabajo pensaron que iban a recibir más pero también recibieron un denario. Entonces comenzaron a reclamarle al propietario porque ellos habían trabajado más horas y habían soportado el peso del día y del calor. Sin embargo, el dueño de la vid les replicó que habían acordado juntos el salario diario y que él podía hacer de su dinero lo que creyera conveniente, sin que eso les importara a ellos. El relato termina con una conocida frase de Jesús: “Los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos”. La remuneración de los jornaleros en Israel era muy exigida por la Ley de Moisés: Levítico (19, 13): «No oprimirás a tu prójimo, ni lo explotarás. El salario del jornalero no pasará la noche contigo hasta la mañana siguiente». También el Deuteronomio (24, 14-15): «No explotarás al jornalero humilde y pobre. Le darás su salario el mismo día; no se pondrá el sol sobre esa deuda, porque es pobre, y de ese salario depende su vida. Así no clamará contra ti a Dios, y no cargarás con un pecado». Seguramente lo más llamativo de la parábola para los oyentes de Jesús es que el patrón tenga un trato muy favorable con los trabajadores de la última hora, lo cual provoca en sus compañeros la envidia y el descontento.
El significado. Esta parábola expresa la originalidad de la enseñanza de Jesús sobre la retribución. Dios actúa de acuerdo con unos criterios que no se ajustan a una justicia fundada en el principio de “dar tanto, para recibir tanto”. Su misericordia rompe los cauces de los contratos y de los compromisos bilaterales que rigen las relaciones entre los seres humanos. La misericordia de Dios no se opone a la justicia humana, sino que la trasciende por el amor. Este relato describe la generosidad divina, que da sin tomar en cuenta los criterios de la estricta justicia. Esta liberalidad de Dios se manifiesta en la salvación concedida a los que no tienen ningún mérito delante de él. Como el dueño de la viña, por una libre iniciativa de su gracia Dios regala a sus hijos una recompensa que no guarda proporción con la duración del trabajo. Tal es la respuesta de Jesús a los espíritus legalistas de los escribas y fariseos que veían con malos ojos su trato amistoso con publicanos y pecadores. En las primeras comunidades cristianas, algunos integrantes de origen judío no entendían que los paganos integrados recientemente, tuvieran en la comunidad eclesial los mismos derechos que ellos. La parábola muestra que el don de Dios es un regalo inmerecido y que es igual para todos. La frase final: «los últimos serán los primeros y los primeros los últimos», expresa el cambio que implica la llegada del Reino de los cielos.
+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa
Foto de Elsbeth Lenz.