Regreso –sin gloria- a la tierra

 

Van mis impresiones de un viaje relámpago a mi tierra de origen: Para los amigos que me hacen el favor de leerme, sucede que fui a Córdoba a principios de semana. Estuve 3 días, no iba desde enero, por la pandemia, entre otras cosas, fui a visitar a la familia, pero principalmente a una tía, que es como mi madre, el 10 de agosto pasado cumplió nada más 98 años y está mejor que el redactor, con eso digo todo. Regresé apenas, vía Veracruz, comí en Cardel, estoy asesorando gente de la localidad que va a buscar la alcaldía del histórico lugar. En estos días estoy viviendo en Perote, momentáneamente, ando en vías de mudarme a vivir al puerto jarocho. Pero, voy al grano. Me quedó una sensación muy deprimente de mi centenario cantón. El pueblo está muy triste, desolado, desierto, escaso de gente en sus calles, los parques y jardines están vedados. Un barrio de abolengo como San José está lleno de antros de primer nivel que no conocía, pero tristemente vacíos. El sanatorio Covadonga, ubicado en esa otrora colonia residencia se ha convertido en un emporio médico ques se expande cada vez más, ya tiene una parte importante de la manzana y en anexas sigue creciendo, y los García Pontón, prominentes comerciantes acaban de inaugurar ahí mismo una plaza comercial digna de Polanco, pero en estos tiempos también luce solitaria. Los portales, cosa inaudita, se ven silenciosos, callados, apagados, apenas se escuchan murmullos en las pocas mesas ocupadas. No hay música, ni de banda, los mariachis callaron, no hay jarana, mucho menos los soneros jarochos bailando en el tablao. El día que llegué a la tierra, entré por la caseta de Fortín, bajé por la ruta de El Seco vía Esperanza-Orizaba, me tocó en suerte un asesinato de un cobrador de autobuses en la caseta, eran como las 11 de la mañana. Muy agradable recibimiento. Seguiré contando.

 

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