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Cañaveras de jamoncillo y chocolate, tradición que se niega a morir

Lugar:
Fuente:
E-Consulta Veracruz

Aracely es comerciante en la zona de Abasolo, desde hace más de 10 años vende calaveritas de azúcar y dulces de jamoncillo

 

Una botella de gel desinfectante resalta en medio de los colores brillantes. Está amarrada a una trabe de aluminio del puesto semifijo en el que se venden calaveras de azúcar, chocolate y jamoncillo, dulces típicos para las ofrendas de día de muertos.

Las tres personas en el puesto portan cubrebocas y guantes desechables, deben cuidarse y cuidar a sus compradores del virus Sars CoV-2. De incumplir con las medidas sanitarias que recomendó el Ayuntamiento de Xalapa, podrían retirarles el permiso.

El puesto, ubicado en la calle de Abasolo casi esquina con Poeta Jesús Díaz, es atendido por doña Aracely Herrera y su hija Valeria. Desde hace dos décadas se dedican a la venta de dulces para las ofrendas o altares de muerto; este año había incertidumbre por el permiso para instalarse, sin embargo, se arriesgaron a comprar mercancía.

 

La apuesta, dice doña Aracely, es que, aun y cuando se ordene el cierre de panteones o se limite la movilidad en el centro de la ciudad, las familias siempre buscan dulces para colocar en la ofrenda de los fieles difuntos, y el Facebook era una opción para la venta.

Datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) detalla que en el primer trimestre del año en Veracruz 2 millones 320 mil personas se ocuparon en todas las modalidades de empleo informal.

A nivel nacional el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) reporta que hasta el mes de septiembre 3 millones 994 mil 23 personas se empleaban en el sector comercio.

 

El comercio una opción para Aracely y su familia

Aracely Herrera es comerciante desde hace dos décadas. A diario atiende su cocina económica en el mercado Galeana, ubicado en Poeta Jesús Díaz, en el centro de la ciudad.

Desde hace dos décadas tramita un permiso ante el municipio para instalar su puesto sobre la calle Abasolo, pues el último trimestre del año es una oportunidad para generar un ahorro, y así sobrellevar la cuesta de enero.

En octubre y noviembre ofrece calaveritas de azúcar, dulces de jamoncillo y canastas de papel; para diciembre la oferta es pastle, lama, esferas, figuras de yeso y Niño Dios, para el tradicional nacimiento. El virus Sars CoV-2 no ofrece un panorama alentador para el cierre del 2020.

La familia adquiere los productos de chocolate y azúcar en la Ciudad de México; el jamoncillo lo compran en los municipios de Naolinco y Actopan, cuentan con al menos seis proveedores, sin embargo, este año la compra fue mínima.

Doña Aracely, menciona que al inicio del mes viajó a laCiudad de México para comprar las calaveritas que empezó a ofrecer en su cocina económica al interior del mercado Galeana. También pensó en ofrecerlas en grupos de Facebook, pero cuando el municipio autorizó los permisos, decidió instalar su puesto.

El periodo de venta es corto, el permiso es vigente del 26 de octubre al 02 de noviembre, “el año pasado pagamos 700 pesos por dos metros, ahorita no sé cuánto vamos a pagar porque nos cobran al final del periodo”.

La comerciante dice que la situación está muy difícil, pero confía que la gente acudirá a comprar una o dos calaveritas. Los precios son accesibles, desde cinco y hasta 45 pesos, pues la intención es recuperar la inversión, “la gente busca para los altares de sus casas”.

“La pandemia nos afectó, nuestra expectativa es tener un colchoncito para lo que se pueda ofrecer el día de mañana, no sabemos cómo va a estar la situación”, contó en entrevista con E-Consulta.

Las clases virtuales también impactaron sus ventas, la colocación de altares en las escuelas les generaba una mayor venta de productos, las mamás pasaban corriendo antes de clase. Hoy sus compradores se limitan a las familias que no pierden la tradición de colocar su altar de muertos.

“Pasa la gente y me dice es que ahorita no traigo, y se llevan uno o dos (dulces), solo para no perder la costumbre”. El horario de atención es de 7 y media de la mañana a las 9 de la noche.

Cada año la venta ha ido bajando, lo atribuye a que algunas familias ya no promueven las tradiciones y a que la autoridad municipal cada vez limita más la instalación de puestos fijos o semifijos que afectan la vialidad.

El oficio que heredó de su papá

Doña Aracely recuerda que ella empezó trabajando cuando la calle Abasolo se llenaba de puestos en donde se ofrecían todos los productos necesarios para los altares. Su papá tenía un puesto de verdura en el mercado San José.

Con el paso de los años ella logró un local comercial en el Galeana, sin embargo, sabe que el puesto semifijo sigue siendo una opción al cierre del año. “A mi y a mis hijos nos gusta esta temporada, ya saben que va a llegar la fecha y que vamos a ir a comprar a México”.

Su papá le enseñó a trabajar, y confía que en un futuro sus hijos se mantendrán del comercio, “estudiaron hasta la secundaria, mi hija está en una panadería, y mi hijo me ayuda en la cocina; pero ya saben dónde se va a comprar, a quién le tienen que pedir”.