28 de diciembre

 

Estoy consciente que mucho de lo narrado en anteriores ocasiones obedece más a la carnalidad que a la espiritualidad. Cierto. Unas y otras tienen y carecen de magnanimidades por razones de lo veleidosa que en ocasiones resulta la vida de la narrativa y del narrador, cuando con tibieza y falto de discernimiento sus atributos anulan la belleza que la magia otorga inflamando o remansando, tamizando, la techumbre grosera de la palabra enraizada en el vocabulario y el pensamiento cultural recóndito que anonadado por la realidad de la vivencia o quimera de lo escrito, su raciocinio invade terrenos por donde no transita la cordura, la sana contemplación y se deja seducir por los imponderables que brotan o se generan en el espanto de la soledad. Cuando ladinamente arremete e inicia la perversa maquinación limitadora de la esencia, de la pulcritud y belleza del escrito. Cuando genuflexo se inclina ante la soberbia con tal de escribir algo que merezca el aplauso y reconocimiento de las multitudes. Escribe entonces palabras que por potentes rebotan o retumban en cañadas, lomeríos, planicies, ríos, barras, lagunas y océanos. Allí donde se entrelazan algazara y jovialidad que guardan desde siempre y para siempre recelo del mutismo, del silencio, de la soledad porque los consideran los progenitores del cursilismo, de lo bucólico, entonados en una dicción propia para amantes o enamorados, es decir, para los del oficio del amor, incompatibles con el purismo alejado de la culpabilidad, de la falta de recato provocador de desasosiego en las letras, en el escrito, en el escritor y de rebote en el lector. Donde se habla de tristezas, infidelidades, ternura, pero también de traición. Amores de esos que con llanto en los ojos te dicen que te quieren mucho aún a sabiendas que hoy es veintiocho de diciembre y lánguida, sensual, con fingidos y capciosos ademanes te aseguran que regresarás de donde nunca se vuelve, cuando en realidad lo que desea es empequeñecerte, humillarte y gritar a los cuatro vientos que le perteneces. Nosotros a sabiendas nos dejamos llevar conscientes que una vez iniciado el camino jamás podrás volver. Tenemos como ellas la misma respuesta. “Inocente palomita te dejaste engañar sabiendo que en esta fecha en nada y en nadie se debe confiar”

 

SILVESTRE VIVEROS ZÁRATE