Cultivar el arte de faltar al respeto al ciudadano y ser aplaudido por el Pueblo

Por: José Miguel Cobián

 

Cuando supe que algunos aspirantes a puestos de elección popular habían sido escogidos mediante tómbola, traté de justificar, pensando que AMLO no creía ganar la elección y que estaba cuidando a sus bases, a pesar del daño que podría causar que esos personajes llegaran a ganar la elección.   Lamentablemente ganaron y como hemos visto, le han hecho mucho daño a México.  Sin embargo, pensaba yo que era una acción razonada por parte del hoy presidente.

 

Con el pasar de los días, observaba con desesperación que en cada órgano independiente de vigilancia y control, el presidente incrustaba personajes sin el mínimo conocimiento técnico ni las credenciales para poder estar en esos puestos y tomar las mejores decisiones por el bien de México.

 

Cuando pusieron al bulto como titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, comencé a preocuparme en serio, pues la creación de esa comisión había sido un gran logro de la izquierda, lo cual implicaba que poner incondicionales ineptos e incompetentes como la señora Piedra, lo único que lograría sería hacerla inoperante.  Es decir, se estaba siguiendo al pie de la letra el manual del gobierno de ultraderecha dictatorial.

 

Conforme los meses avanzaban, poco a poco fui comprendiendo que el gobierno de Andrés Manuel no es de izquierda.  Que el gran engaño y uno de sus grandes logros han sido hacerle creer a personas que no tienen la menor idea de lo que significan las luchas progresistas, pero que se consideran a sí mismas de izquierda, que ahora estamos gobernados por la izquierda, con lo cual han logrado obtener de ese sector de la población una lealtad absoluta.

 

Poco a poco han salido a flote grandes errores de los personajes principales y actores segundarios de este gran show que llamamos gobierno de México.   Desde tonterías en las publicaciones con graves errores, que por cierto, se repiten una y otra vez, hasta ridículos internacionales como el que vistió a todo México en la reunión de la OPEP gracias a la secretaría de energía, quien sin empacho, todavía se exhibió en una mañanera, pues en su torpeza e ingenuidad pensó que el aplauso de los ministros, había sido por su desempeño, sin percibir jamás que era una burla, tanto para México como para ella misma.

 

Incluso en otros gobiernos, los errores garrafales, la incapacidad de la anterior secretaria de economía para leer números de más allá de siete cifras, la grosera forma de expresarse del director del fondo de cultura económica, los abusos contra trabajadores de base en Notimex, las conversaciones de la directora de Conacyt buscando intrigar para destruir las organizaciones de los científicos mexicanos, el interés de atacar a creadores de contenido cultural, etc., hubieran provocado la renuncia (despido) inmediato del funcionario.

 

Cuando gobernaba el PRI, salvo contadas excepciones, a los funcionarios les preocupaba guardar las formas y apariencias.  Con el gobierno de Fox comenzó a considerarse gracioso el ser campechano, silvestre e ignorante, de lo cual hacía mucha gala Fox.  Calderón regresó un poco la institucionalidad al gobierno, pero cometió el gravísimo error de repartir el botín entre panistas y colaboradores, de tal manera que gobernaba con amigos, que manejaron el presupuesto a discreción y en muchos casos para su propio beneficio.   El daño al país causado con el desmantelamiento de los mandos medios de la policía federal para incrustar a personajes panistas recomendados y para incrustar a operadores de García Luna fue brutal, al grado que en este sexenio se tuvo que desmantelar la red de corrupción y protección a criminales que existía dentro de la propia PF.

 

Llegó Peña, cuidadoso de las formas, con la imagen de recuperar la institucionalidad en el gobierno, y durante tres años brilló la esperanza de un México mejor, hasta que embriagados de poder, sacaron a flote la verdadera personalidad del grupo Atlacomulco, y comenzaron los escándalos de corrupción, dañando severamente el futuro del país.

 

El daño fue tan grande que llegó AMLO al poder, con todo el apoyo de la maquinaria PRIísta, así como Peña lo logró con todo el apoyo de la maquinaria PANista.   Para llegar a la situación en la que hoy estamos.

 

Tenemos un general que en su puesto tiene la responsabilidad de ser el dirigente militar en la lucha contra el COVID, se le conoce como Dr. López Gatell, pero es un general que jamás se ha ensuciado las botas, jamás ha acudido a un hospital, jamás se ha preocupado por abastecer a sus tropas con equipo pesado como respiradores, ni con equipo ligero como medicamentos suficientes, ni siquiera por su uniforme de batalla, ya que no tienen equipo de protección personal suficiente. Peor aún el general jamás ha visitado una trinchera, ni por error ha visitado un hospital COVID y mucho menos una terapia intensiva.  Es un general que se siente tocado por los dioses del Olimpo que le han hecho creer que ¨si se puede, si se puede¨.

 

Y éste general no cumple sus propias normas, no pone el ejemplo, no se parte la madre como sus soldados, y mientras médicos y personal sanitario no puede vacacionar, no ha visto a su familia en meses, están agotados, frustrados, desesperados, el general viola sus propias recomendaciones de ¨quédate en casa¨ y sale a pasear.   Invita a usar cubrebocas, pero él, que está por encima del resto de los mortales, no lo usa en un espacio cerrado como la cabina de un avión.   Ni pone el ejemplo a los ciudadanos, ni defiende a su personal, al cual obliga a estar horas bajo el rayo de sol, haciendo una inútil e interminable fila para ser vacunados, perdiendo un tiempo valioso que podía servir ya sea para atender pacientes o para tomarse un merecido descanso.

 

López Gatell y el resto de los funcionarios pueden cometer los errores que sea, no importa que en el resto del mundo quien ha vacacionado en lugar de poner el ejemplo, ha renunciado por dignidad.

 

En el gobierno que pretende educar al pueblo con una cartilla moral, no hay moralidad, no hay ética, no hay rendición de cuentas.   Se justifica el que el señor vacacione, en lugar de entender que el problema no es que descanse, sino que con su ejemplo daña al país.   Se justifica una política de salud errónea que ha causado más de trescientos mil muertos, y que causará cuando menos otro tanto igual, antes de que se controle la descontrolada epidemia, porque el gobierno y el presidente prefieren cientos de miles de muertos, a reconocer un error y rectificar.

 

El daño que le hace al país la falta de rendición de cuentas, es enorme.  La nula exigencia de una población que en unos casos es apática, en otros cobarde y agachona y en otros casos babeante aplaudidora, permite que un gobierno como el actual actúe igual que quien ha invadido un país.   Me explico, quien llega a gobernar por el bien de todos, procura hacer lo mejor, y si su gente no es la mejor, la cambia de inmediato, pues el bien de todos, está por encima de amigos y compañeros de lucha.

 

Por el contrario, un gobierno invasor, llega al poder para repartir el botín de puestos públicos y poder, entre sus incondicionales. Llega a otorgar contratos a amigos y socios, para enriquecerse con el presupuestos público, en lugar de utilizar el gasto y la inversión pública como un mecanismo de crecimiento económico.  Y sobre todo, un gobierno invasor, llega a respaldar hasta la ignominia a sus peores hombres y mujeres, con tal de conservar el poder, sin importar si la labor en el gobierno es positiva o negativa.

 

Un gobierno invasor es un gobierno de incondicionales, que aceptan hasta el daño a quienes deben de cuidar y proteger, a cambio del puesto, del poder, del dinero y de la desgracia de México y los mexicanos.

 

La nula rendición de cuentas es una ofensa para el ciudadano. El pueblo por el contrario comprende que tiene emperadores y espera que hagan lo que quieran con el presupuesto y con el país.   El presidente está a tiempo de recapacitar, corregir lo que está mal y salvar su sexenio por el bien de todos, por el bien de México.  ¿Lo hará?

 

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