«Vivió una experiencia prisionera y creyó en la libertad como si fuera religión. Por ella dedicó a Napoleón su tercera sinfonía y después borró la dedicatoria. Inventó música sin importar el qué dirán. Se burló de los príncipes, Vivió en perfecto desacuerdo con todo el mundo. Vivió solo y fue pobre  y tuvo que mudarse de casa más de sesenta veces. Y odió la censura.. La censura cambió el nombre de «la Oda a la Libertad», del poeta Friedich von Schiller, que pasó a ser la «Oda de la Alegría» de la Novena Sinfonía» (en otra ocasión les comentó  cómo se vengó «el sordo» Beethoven de esto). Lo escribió Eduardo Galeano en su libro «Espejos».