EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ

CON SENTIDO DEL HUMOR

Por Ramón Durón Ruíz (†)

A

Alabar a Dios con mi trabajo y mis oraciones, amar, pensar, alentar, luchar, escribir, perseverar y descansar, para el viejo Filósofo de Güémez son una sola cosa; porque amo mis tareas y como las disfruto a plenitud, en verdad no me pesa el trabajo.

Las abuelas –ejemplo de sabiduría–  me han enseñado a develar el sagrado sacramento de la vida que se encuentra en el milagro del HOY, por eso he aprendido a confiar mi pasado con sus aciertos y errores a la clemencia de Dios, a encomendar el mañana a su sabiduría y disponerme a vivir a plenitud el presente.

Cada nuevo amanecer los prolíficos gallos me despiertan los sentidos, luego viene el canto armónico de las aves; después las prisas, los regaños de las madres que llevan casi a rastras a los niños a la escuela, a aprender de mis admiradas maestras las lecciones para que en Güémez sean ciudadanos de bien.

Disfruto el exquisito café de olla que con el amor de siempre mi “vieja” prepara, chopeando en él los chichimbres que la esposa de mi amigo Villegas elabora; gozo también el olor a pino de la montaña; escucho mis programas favoritos en la radio; encuentro nuevos amigos sin olvidar conservar los viejos, aspiro profundamente el ambiente de trabajo y esperanza que mi tierra provee, pero sobre todo, encuentro en el camino del humor, la magia de la vida, porque éste, con su alquímica virtud, me hace sensible al dolor humano, recordándome que en la transitoriedad de la vida sólo vamos de paso.

Cuando voy a la parcela veo pasar a los políticos que en su desbocada ansia de buscar riqueza y poder, omiten la tarea a la que venimos a la tierra a: disfrutar la vida.

Pareciese que en su loca carrera por obtener más –ignorando que más no significa mejor– omiten gozar la vida, más bien la soportan; me da la impresión que en ocasiones a pesar de tan ostentosas manifestaciones de poder, al sostener una lucha perpetua contra todo y contra todos, se sienten aislados de sí mismos.

Disfruto la calma, el sosiego que las cristalinas aguas del río Corona me abastecen, que me recuerda que nadie está vivo para fracasar y con la bendición del inagotable sentido del humor, vivo con una mentalidad creativa, sabiendo que tengo una oportunidad más para expresar el poder de mi ser, entendiendo que cada uno tiene la opción de ser tan feliz y realizarse tanto como esté dispuesto a hacerlo.

Entiendo el poder del humor como una posibilidad de conectarme con mi divinidad, conmigo mismo y con los demás, sabiendo que cada experiencia tiene un propósito. El dolor, la enfermedad, los tropiezos, son una llamada a despertar el potencial que habita en nuestro interior y el éxito es una evidencia de que podemos llegar tan alto como queramos.

El sentido del humor es un regalo de la vida, que permite estar pleno, conectado con el universo en el aquí y el ahora; éste armoniza tu trinidad: mente-cuerpo-espíritu, y te crea una generosa actitud positiva ante la vida, que es mucho más importante que el dinero, el poder, la cultura o tus juicio, es la forma más trascendental que tienes al construir tu vida.

A propósito del buen sentido del humor, resulta que en Güémez había un operativo policiaco y “El Profe” Calcanio es detenido alrededor de las 3 de la mañana en un notable estado de ebriedad. Después de revisar su destartalado carro para ver si no portaba armas, un oficial le pregunta:

¿Me puede decir a dónde se dirige a estas horas de la noche?

Voy –responde Calcanio– a una Conferencia Doctoral sobre el abuso del alcohol y sus efectos en la familia, el trabajo, la economía y en el cuerpo humano.

El oficial, riéndose le pregunta:

¡Ah caray!, ¿En serio? ¿Y me puede decir quién va a dictar esa Conferencia a estas altas horas de la noche?

“El Profe” responde:

¡¡¡PUES MI ‘INCHE VIEJA!!!

 

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