El Presidente va desnudo

AMLO goza en medio de sus ensoñaciones con la certeza de un final impresionante, con la última escena siendo la llegada a su hacienda entre vítores y lágrimas de agradecimiento de millones.

Andrés Manuel López Obrador vive la presidencia de México como una película en la que es director, productor, guionista y actor principal. Su sueño era ser titular del Poder Ejecutivo y lo logró, y se mantiene soñando. Desde Palacio Nacional vive como en una serie hecha para Netflix por su amigo Epigmenio Ibarra (aunque transmitida por Blim), en que el conjunto de felices episodios se denomina “La Cuarta Transformación”. AMLO goza en medio de sus ensoñaciones con la certeza de un final impresionante, con la última escena siendo la llegada a su hacienda entre vítores y lágrimas de agradecimiento de millones.

Tantos años de campaña dañaron su contacto con la realidad. Tras repetir por tanto tiempo que todo era sencillo, cuestión de voluntad política, que podría desaparecer el crimen y la corrupción como por arte de magia, que multiplicaría el dinero público como panes o peces, el mesías se la creyó. No hay devoto más ferviente de su persona que el propio AMLO.

Vivió de prometer mentiras y hoy gobierna construyendo apariencias dignas de un set cinematográfico de los Hermanos Almada. El Rey del cuento de Andersen presenta a un monarca que camina entre su pueblo creyendo que lo visten los más lujosos ropajes pero realmente va desnudo. Así AMLO cree que hace un gobierno extraordinario mientras construye con cartón y saliva. Grigory Potemkin engañó a la zarina Catalina la Grande con pueblos que eran pura fachada y actores. AMLO supera al ruso porque magistralmente se engaña a sí mismo.

Obsesionado con el petróleo, no duda en llevar perdidos billones de pesos en Pemex y sus refinerías. Su sueño guajiro de un país que dejará de exportar crudo para no importar gasolinas será una de las locuras financieras más grandes vistas en México, más cuando ha absorbido dinero tan necesario en salud y otros rubros. Basta recordar que AMLO anunció que la refinería de Deer Park se pagará con parte del dinero que pertenecía al Fondo de Desastres Naturales.

Está ya por inaugurar un aeropuerto que no servirá, habiendo destruido la terminal que hubiera hecho de la Ciudad de México un hub aéreo en América Latina. El llamado Sistema Aeroportuario Metropolitano será un enredo hasta peligroso porque los aviones no se repelen, con Toluca y Santa Lucía de adornos prácticamente inútiles. Que la terminal parezca una central camionera poco importa. Si pocos lo usan en su sexenio, y nadie después, tampoco es relevante en su fastuoso guion. Dos Bocas será peor porque de sus entrañas no saldrá un solo litro de gasolina en el sexenio y se transformará en un montón de fierros astronómicamente caros que solo sirvieron para alimentar la vanidad de AMLO.

La tragedia más cruel del obradorismo será el sistema de salud público. El que ofreció en 2020 cobertura universal y gratuita (como Dinamarca) dejó a casi 16 millones de personas sin acceso a servicios de salud en el mismo año.

Como serán las 100 universidades que solo serán fábricas de licenciados sin trabajo, los caminos artesanales de Oaxaca que no resisten las lluvias, las pipas que no aparecen y, peor todavía, los medicamentos oncológicos que nunca llegan, como esos millones de vacunas que dizque también se adquirieron y que tampoco se materializarán.

El Presidente va desnudo creyéndose un líder histórico ovacionado por el Pueblo Bueno mientras encabeza un desfile de elefantes blancos y fachadas de cartón pisando a los muertos, enfermos y pobres que son las consecuencias reales de sus fantasías.