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La caravana de migrantes que avanza lentamente por el sur de México dedicó el domingo a descansar en la localidad de Mapastepec, Chiapas.

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La caravana de migrantes que avanza lentamente por el sur de México dedicó el domingo a descansar en la localidad de Mapastepec, Chiapas, y se preparaba para recordar con una vigilia a los que han muerto en su intento por llegar a Estados Unidos y a los familiares fallecidos de quienes ahora viajan en el grupo de unos pocos miles de personas.

Según datos recopilados por la Organización Mundial para las Migraciones (OIM), en los primeros nueve meses de 2012 han muerto 612 personas en trayectos migratorios en el continente americano, un marcado incremento respecto a las 796 muertes que se registraron en todo 2020, cuando la pandemia redujo el flujo migratorio.

Además, la OIM tiene registrados más de 5,500 desaparecidos, aunque la cifra puede ser mucho mayor. Los lugares más peligrosos son la frontera entre México y Estados Unidos y la selva del Darién, entre Colombia y Panamá.

Carlos Escobar, quien lleva 37 días viajando desde que salió de Venezuela con su esposa, Jennifer Santana, y dos niños, dijo que durante su paso por el Darién vio cadáveres y tumbas y por eso quería dedicar el domingo a recordarles.

La caravana esperaba el domingo a que dejara de llover para hacer una sencilla vigilia con oraciones y veladoras coincidiendo con las populares celebraciones por el Día de los Muertos en México.

Escobar dijo estar consciente de los riesgos que conlleva su viaje. Sus dos hijos, uno de 3 años y un bebé de 18 meses, ya se han enfermado por la caminata bajo el sol y la lluvia.

Pero afirmó que prefería “correr el riesgo de morirme en el camino” que seguir muriéndose de hambre en su país, donde ganaba cuatro dólares al mes con trabajos comunitarios.

El hondureño Fernando Flores, de 27 años, quería aprovechar la ceremonia del domingo para honrar a su madre, a quien sepultó cuatro días antes de emprender el camino hacia la frontera con Estados Unidos en compañía de su esposa Rosa Pérez, de 18, y sus dos hijos.

La joven pareja, que sobrevivía de un puesto de verduras en el mercado y pagando extorsión a las pandillas, ya se había planteado migrar, pero se decidió poco después de que la policía le dio una golpiza a Flores delante de su madre. El hondureño temía que acabaran por asesinarlo y por eso decidieron marcharse.

Su madre, quien padecía de diabetes, empeoró después del ataque. Le tuvieron que amputar una pierna y murió unos días después.

La caravana, la de mayor dimensión que transita por México este año, salió el 23 de octubre de Tapachula, Chiapas.

Sus integrantes, la mayoría centroamericanos y, entre ellos, muchos niños, parecía dispuesta a seguir su trayecto hacia el norte a pesar que las autoridades mexicanas ofrecieron visas humanitarias a mujeres embarazadas y menores, respetando la unidad familiar.

El Instituto Nacional de Migración explicó que quien aceptara la oferta sería trasladado a otros estados para agilizar las gestiones. Sin embargo, los migrantes desconfían y no quieren aceptar por miedo a ser engañados y devueltos a Tapachula.

 

 

 

 

 

jcs