Uno de los escritores más sobresalientes de la corriente literaria que Margo Glantz bautizó como “la onda”. Nació el miércoles 9 de febrero de 1944 en la ciudad de Orizaba pero gran parte de su vida, que no fue muy larga (falleció a los 38 años), la pasó en la colonia Narvarte de la ciudad de México, zona que conocía como las palmas de sus manos, era su mundo y que describe en la novela Pasto Verde, su obra prima.
Hoy pocos conocen sus letras que significaron un rompimiento con la literatura mexicana del momento pues su producción fue escasa con apenas cuatro obras publicadas. Parménides logró inyectar aire fresco a las letras de nuestro país al imprimir en sus textos una voz clara, abierta, mediante la cual narró las peripecias de los jóvenes protagonistas durante sus primeras experiencias amorosas y sexuales, criticando además sin temor su entorno social.
Su rebeldía era manifiesta, lo mencionaba así: “El lenguaje de los barrios bajos es escudo y puñal; afrenta, reto, desafío a las buenas costumbres y defensa de costumbres prohibidas. Diferencia de un mundo que vive en la aventura, y de otro que niega toda posibilidad de vivirla”
Su libro Pasto verde escrito en 1967 y publicado un año después, es casi un monólogo, el protagonista a la vez narrador, pertenece a la cultura de las drogas y la música de Rock. La utilización excesiva del idioma inglés hace muy difícil el texto para un lector que no lo hable. Parme ‒como le decían sus amigos‒ tenía su mirada puesta en el modelo de vida de la sociedad norteamericana; en ese momento florecía el anarquismo de hippies y beatniks. En nuestro país, avanzaba la contracultura influida por el underground, un comportamiento distinto al sistema de cultura dominante, representado en las letras por José Agustín, Gustavo Sainz y nuestro celebrado el día de hoy, Parménides García Saldaña, entre otros.
El rey criollo es un libro de cuentos publicado en 1970 que se leen ahora como los de un chavo fresa que con una cerveza en la mano se sentía sumergido en la peor decadencia. Debemos tener en cuenta que eran otros tiempos, en los que escuchar a los Rolling Stones se vivía, se sentía, algo verdaderamente subversivo. Sin embargo refleja de manera fiel el rechazo a lo establecido desde la comodidad de la clase media, con el modo de vivir de ese núcleo social con su esencia e ideología. Cada uno de los once cuentos lleva como epígrafe la letra de una canción de los Rolling Stones, traducida por el autor y constituyen todo un documento de la forma de vivir de los años cincuenta, sesenta y principio de los setenta.
La ruta de la onda (1972). En este ensayo pueden reconocerse los elementos para definir el movimiento contracultural de onda, un texto clave de cómo pasaron las cosas en torno al nacimiento del rock en Estados Unidos y en México; un examen histórico y filosófico desde el mismísimo interior del movimiento: juventud, rebeldía, rock, alcohol, drogas, uso del inglés y del caló.
También publicó el libro de poemas-canciones nostálgico y desolado Mediodía (1975), además de haber sido premiado con el tercer lugar por el Banco Cinematográfico por la creación del guion para el filme Pueblo fantasma, en el cual trabajó al lado de Juan Tovar.
Escribió para el diario El Sol las crónicas de los grupos de rock, además de colaborar en Pop, Diorama y Revista de Bellas Artes, publicó decenas de ensayos, artículos, reseñas de música y entrevistas en el Ovaciones, Excélsior, y Piedra Rodante. Acuñó el nombre de hoyos Fonky, que en su momento fueron sitios para escuchar rock mexicano después de su marginación pasado el festival de Avándaro.
Amigo de Alex Lora quien le compuso y dedicó post mortem la canción “El maldito vicio”, también de Eric Burdon vocalista de The Animals, con quien se fue de tour después de un concierto a beneficio de la Cruz Roja, y del baterista de Canned Heat Fito de la Parra. Sin duda digno representante de la onda y uno de los primeros conocedores y críticos del rock en México, vivió intensamente.
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