Ya hablamos de muchas cosas de los japoneses, de Japón y su cultura. Necesitamos hablar ahora también de su extraordinaria capacidad resiliente para sobreponerse a muy amargos y trágicos momentos su historia. No estoy aquí para recordarlos, nada más los mencionaré y que cada quien los remueva de entre sus recuerdos: la humíllate derrota en la Segunda Guerra Mundial, Hiroshima y Nagasaki, y la planta nuclear de Fukushima más recientemente. Pero me gusta ir a las cosas positivas. Ya hablamos un poco de su comida, hablemos ahora de tecnología como los equipos fotográficos que fueron vanguardia en el mundo durante mucho tiempo, Minolta y Nikon, ovi sus emblemáticas marcas en el mundo audiovisual como Sony y Hitachi, y qué decir de sus marcas automotrices, líderes mundiales en la industria n automotriz como Mazda, Nissan, Suzuki, Honda y Toyota (Toyoda, les recomiendo leer la historia de esta marca y cómo empezaron construyendo autos con carrocerías de madera), a las que habría que agregar la fabricante de motocicletas Kawasaki. Pero hay algo más que además de sorprenderme, me intriga. Me refiero al ritual que hasta hace poco practicaban como algo muy común en esas lejanas tierras, estoy hablando del harakiri que también se le conoce como seppuku. Que es, para quienes no conocen de esta dramática práctica, el suicidio mediante el enterramiento de una daga en el vientre para abrírselo en cruz, lo que provoca un sufrimiento terrible a todo aquel que se lo practica. Dos casos que conozco me han dejado tremendamente impactado. El primero se trata del de Yukio Mishima, que fue un extraordinario escritor japonés, tres veces candidato al premio Nobel de literatura. De él leí una gran novela autobiográfica en los años 80 que se llama ‘Confesiones de una máscara’. No les voy a relatar su caso, en cualquier buscador van a encontrar su trágica historia. El otro es el del general Nogi Maresuke, un veterano militar ultranacionalista, que se suicidó tras la muerte del emperador Meiji. ¿Quién fue Nogi Maresuke? Pues fue nada más y nada menos que el gran tutor del emperador Hirohito desde que este tenía como tres años de edad hasta que fue encumbrado al trono del imperio japonés. El emperador Meiji, era el padre de Hirohito. En su caso la situación fue aún más sorprendente porque se practicaron el harakiri tanto él como su mujer. ¡Qué contrastes hay en la vida y cultura de los japoneses! Con esta entrega terminamos, espero haya sido de su agrado.
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