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La Jornada

La palma vive sus últimos momentos acompañada por cientos de visitantes de la ciudad y del país que llegan a decirle adiós, le dan las gracias y hasta le piden perdón porque no fue bien cuidada.

Abrazos, suspiros, caricias y fotos llenan al icónico árbol que permaneció en la tercera glorieta del Paseo de la Reforma, de norte a sur, por más de 100 años, y la única sobreviviente de varias de su especie que estuvieron a su alrededor.

En familia, parejas, grupos de amigos y hasta ciclistas permanecen por algunos momentos en la rotonda; la despedida no se prolonga porque hay quien espera su turno y aceleran su salida ante la afluencia de personas. Otros paseantes prefieren admirarla desde el camellón de Reforma.

Para algunos visitantes, el de ayer fue el primer, único y último encuentro con la palma, pero para Rosa María Gutiérrez, de 75 años, la partida le deja mucha tristeza; con los ojos llorosos, recordó que a inicios de la década de los 70 fue el punto de encuentro con su novio, quien después fue su esposo y abuelo del nieto con quien estuvo acompañada la tarde de ayer.

La mujer, quien vivía en esa época en las inmediaciones de la avenida Chapultepec, señaló que su entonces novio “me decía: nos vemos en la palma y luego caminábamos alrededor».”

Familias no sólo de la capital acudieron a darle el adiós, así como muchos capitalinos que contaron anécdotas de sus días mozos e historias que vivieron en la zona: “Ya nada más podemos decir que nos quedamos de ver en la glorieta donde estaba la palma”. Foto Guillermo Sologuren.

El abogado César García, quien se aferraba al tronco con ambos brazos, confesó que le pidió perdón por no cuidarla, le dio las gracias “por un granito de oxígeno” y dijo que si hablara “seguro estaría diciéndonos: ‘ingratos, me tuvieron 100 años y apenas vienen’”.

Recordó que cuando tenía cinco años viajaba en el camión amarillo de la entonces Ruta 100 con su mamá, quien le contaba sobre los monumentos de Reforma, la hermosura de la palma, las esculturas y las vasijas, cuando iban en camino a su negocio de dulces, ubicado en Polanco, y luego de regreso al edificio de la Lotería Nacional, porque también vendía cachitos de billetes.

José Castillo, colombiano residente en la capital desde hace 25 años, definió a esa especie como “esbelta y altiva viendo al cielo; es un referente de la Ciudad de México, en una de las avenidas más bonitas de América, pero lo seguirá siendo, porque ya no diremos nos vemos en la palma, sino donde estaba la palma”.

El contador Octavio Martínez, habitante de Iztacalco, después de darle un fuerte abrazo, dijo: “Vine a despedirme porque siento mucho afecto por las plantas y por los animales”.

De la Mixteca oaxaqueña, los jóvenes Jonathan y Marisleidy dijeron sentirse emocionados; la familia Martínez Romero de Ecatepec, así como visitantes de Nezahualcóyotl, lamentaron su partida prevista para las 5 de la tarde de este domingo.

Foto de Milenio.