Al estilo Mathey

  • Gobernar con los capaces 

 

 Gustavo CADENA MATHEY

Buen día apreciado lector:

Hay un veracruzano  en especial, al que este reportero y otros amigos recuerdan concretamente en el mes que está por concluir: Agustín Acosta Lagunes.

Entre sus más impactantes reflexiones, acaso sea un texto manuscrito que entregó al reportero esa misma tarde del último día de su gobierno, del que por su significado actual reproduzco algunas frases y textos.

-Tuve el privilegio de nacer en el seno de una familia cuya devoción fue siempre Veracruz.

-En mi familia, como es bien sabido en el centro del estado, ha habido Acostas y Lagunes de todo y para todo. Hubo armonizadores, los pacíficos, los que entregaron hasta sus vidas para que no hubiera rencillas ni rencores, sino concordia y hermandad; también hubo los notorios, los turbulentos, los dispuestos a imponer su voluntad con las palabras o con las armas.

-Crecí en medio de un tejido de leyendas; exaltados los triunfos, omitidos los fracasos de tíos valientes, esforzados, que igual bailaban sones jarochos, que soltaban con ritmo preciso el fuego de sus armas.

-La palabra gobernador se pronunciaba en mi casa con genuflexiones en la voz. Gobernar era convertirse en mago, constructor, en hacedor. La palabra gobernador y la palabra Dios se me confundían en mi mente infantil. Dios era el creador de todas las cosas, pero los gobernadores eran los que hacían la paz, las carreteras, los puentes, las escuelas, las presas y estadios.

-En todo caso, el gobernador era alguien con poderes sublimes que podía utilizar para hacer producir la tierra, para establecer la concordia, para ayudar a los niños, a los ancianos y a todos los veracruzanos.

POR ESO QUERÍA SER GOBERNADOR

-Goberné pensando siempre en el bien general de mi estado. Nada hice pensando en mi persona o en mi familia, nada. Mi esfuerzo y mi dedicación fueron íntegra y totalmente para el Estado de Veracruz.

-Si de algo fui acusado y, con razón, fue de avaro con el tiempo y con los dineros del pueblo, pero así tenía que ser.

-Si la palabra empuja el ejemplo arrastra. Si un gobernador se construye un palacio, sus colaboradores se edifican mansiones. Por eso me excedí, tal vez, en la austeridad.

-Quería que la voz de mi conducta fuera la guía del orden de mi administración. Cada centavo del Estado debería ser para el Estado y no para lujos personales o dispendios del gobierno.

Por eso hubo dinero para el hacer y para el quehacer.

-No hubo un municipio abandonado. No me dediqué a recorrer los pueblos, sino a tratar de resolver sus problemas urgentes o mediatos. Hice cuanto me permitió el tiempo y los haberes. Cuanto se hizo, se intentó que fuera lo mejor posible.

-Gobernar con vocación de servicio es un sacerdocio. Un sacerdocio que implica retirarse del mundanal ruido para entregarse sin tregua ni distracción a los menesteres que reclama el estado.

-Yo considero que, si la democracia no es meritocracia, no es democracia. Quería y necesitaba gobernar con los capaces, amigos o no, con los talentosos, con los apasionados por Veracruz.

-Me pasé el tiempo dialogando, proyectando y haciendo. Hubiera querido ser Argos para tener ojos para cada ciudad, para cada pueblo, para cada posibilidad de mejorar la producción en el campo, en las fábricas y en todos los lugares de trabajo. La diferencia entre el primer mundo y los demás es cosa de trabajo y eficiencia.

-Terminé mi mandato con la satisfacción de haber hecho lo mejor que he podido, de haber entregado con alegría, con rigor, con responsabilidad y con vehemencia cuanto soy. Di mi sueño y mi vigilia a Veracruz. Di tanto cuanto puede dar un hombre y cuanto puede hacer un hombre por su pueblo al que ama con pasión.

Y aún hay más, pero el espacio se acaba. Tenga paz y armonía apreciado lector. Cuide por favor el agua y las plantas.

gustavocadenamathey@nullhotmail.com