Hurgar en lo profundo y no simplemente dar soluciones mágicas parece una tarea sencilla cuando el problema está en otros, pero cuando el líder se ve a sí mismo como origen de algunos de los males del equipo, se abre una posibilidad potente.
Entre las múltiples tareas de un líder está apoyar en la resolución de problemas. Estos pueden ser simples o sumamente complejos. Pero un desafío a la vista es un cabo suelto que no puede ignorarse. Usualmente, el papel del líder ante estos escenarios es el de conciliador. Pero, ¿significa eso que todos los problemas tienen su origen en el equipo? ¿Qué pasa cuando el problema comienza con el líder?
En las empresas, los problemas son sumamente variados, desde una falla técnica en el equipo o maquinaria hasta colaboradores con poca noción de la puntualidad, metas y objetivos de venta que no se alcanzan, rencillas entre personas o departamentos, mala comunicación, poca empatía, entre muchos otros.
Los líderes de equipo “se quiebran la cabeza” buscando soluciones rápidas, pero muchas veces olvidan ir a la raíz del problema. La consecuencia de esto son problemas persistentes o aparentemente imposibles de solucionar.
Hurgar en lo profundo y no simplemente dar soluciones “mágicas” parece una tarea sencilla cuando el problema está en otros, pero cuando el líder se ve a sí mismo como origen de algunos (o todos) los “males” del equipo, quizás ahí se abre una posibilidad potente.
Una persona hace lo que hace porque es una consecuencia de la cultura o del clima organizacional de la compañía. La cultura es como un árbol, dependerá del clima a su alrededor para florecer o marchitarse, para dar frutos y crecer o para terminar por comerse a sí mismo. Y las personas tienen las conductas que tienen porque eso es lo que se permite o lo que se acostumbra (o no).
La cultura de la empresa depende enteramente de sus líderes, pues ellos ponen los límites y ejemplos para crear un contexto en el que todos los colaboradores sepan cómo actuar y en qué términos. Pero cuando el clima y la cultura organizacional se encuentran viciadas o fracturadas, se articulan dinámicas de “ellos” contra “nosotros”: los directores versus los colaboradores, el departamento de marketing versus el de ventas, etcétera. Parece que son “broncas” de las personas, pero en realidad eso es consecuencia de la cultura y el clima de una empresa y, por lo tanto, del líder. Ahí empiezan los retos.
Hay dos señales principales de un mal liderazgo: cuando la comunicación de la empresa es una en la que se asumen las cosas y cuando prepondera del egocentrismo entre el liderazgo.
Con la primera, se crean ambientes laborales en los que no se corrobora lo que sucede, no hay transparencia y, por lo mismo, tampoco puede haber una rendición de cuentas en la que cada quien asuma su responsabilidad de frente a los objetivos de la compañía.
En el caso del egocentrismo, cuando un líder cree que “las puede de todas, todas”, no hay un espacio para el aprendizaje continuo. Y eso gotea a todas las áreas de una empresa: ¿para qué crecer si ya se sabe todo? Si el liderazgo de la compañía no está en constante desarrollo, nadie más estará interesado en hacerlo.
Pirámide invertida: Responsabilidad en el liderazgo
Un líder debe asumir la responsabilidad que le corresponde. Los colaboradores no harán lo que se necesita porque él sabe, sino porque él muestra, es decir, predica con el ejemplo y la comunicación se da de forma clara y asertiva.
La vieja concepción de que las empresas son estructuras piramidales está totalmente desfasada. El liderazgo comienza con cabezas de equipo que trabajan codo a codo y asumen su responsabilidad, aun ante los retos más desafiantes.
Es momento de que los líderes comiencen a ver la estructura al revés, como una pirámide invertida en donde ellos están al servicio del equipo. Esto genera empoderamiento para que la gente sepa tomar decisiones y estar al servicio del otro. Este cambio de entendimiento del liderazgo puede generar confianza y responsabilidad colaborativa en un equipo de trabajo y el funcionamiento de una empresa en su conjunto.
Si hay muchos problemas al interior de una empresa, muy probablemente el problema principal sea su líder. El pescado apesta desde la cabeza. Como líder, si eres capaz de asumir tu responsabilidad con todo lo que funciona y no funciona en tu equipo, ellos se convertirán en los líderes con tus clientes y proveedores, lo que hará que tu compañía crezca.
*La autora es socia fundadora y directora general de Saskia de Winter Training (@SaskiadeWinter)el