El cambio climático y la disrupción mundial

Los hechos no dejan de existir, aunque se los ignore.

Aldous Huxley

La atomización social que estamos presenciando en los últimos dos años es de alcances disruptivos; las herramientas convencionales para el entendimiento de las problemáticas sociales tienen alcances distintos a los esperados.

La forma en la cual se podrían contrarrestar los embates por la crisis económica global no encuentra en los libros ni en los científicos sociales algún paliativo para contrarrestar dichos flagelos, mismos que llenan de ansiedad a la población joven respecto a su futuro inmediato.

El pantano de lo dudoso incrementa la crispación social, le hemos dado voz a personas en las redes sociales que opinan de todo- y que en la mayoría de los casos- no cuentan con una base científica que acompañe sus posicionamientos, alterando la visión de las personas sobre lo que realmente es importante para la trascendencia humana.

Por ejemplo, la verdadera bala expansiva que tenemos actualmente como especie es lo relativa al cambio climático, tema que de acuerdo con los especialistas en macrotendencias habría de haberse consolidado este año en las agendas más importantes de los jefes de Estado.

Sin embargo, por la creciente inflación, la guerra entre Rusia y Ucrania, la migración, ha quedado relegado un tópico de tan vital atención. Es cierto, que nada será igual después del ataque de Rusia a Ucrania, ante ello, posiblemente sea más difícil alcanzar los objetivos del cambio climático.

Principalmente porque el cambio climático tiene como variable fundamental de su tratamiento, la cual es, la necesidad de avanzar mediante la cooperación internacional y los acuerdos voluntarios de mitigación de las emisiones, objetivo que por su naturaleza implica una cooperación estratégica.

Pero aún persiste un marco de conflicto y de resistencia a la eliminación de combustibles fósiles a la brevedad, por parte de Rusia y sus aliados latinoamericanos, con quienes en un ambiente de conflicto bélico se torna complicado el entendimiento.

Con independencia de lo anterior no podemos soslayar los datos que el Programa Mundial de Alimentos arroja, y tal documento aduce que, al inicio de 2022, 282 millones de personas de más de 80 países padecen hambre por conflictos, trastornos económicos causados por el covid-19 y un drástico incremento de las crisis climáticas.

Como raso ejemplo en México el desabasto de agua en una de las entidades federativas más dinámicas y prósperas del país como Nuevo León, es una realidad reflexiva para ponernos a valorar el trillado planteamiento de ¿Hasta qué cosas puede comprar el dinero?.

De esa manera es que es preciso advertir que la crisis energética, puede recrudecerse en la transición a las energías limpias, y que de acuerdo con Jason Bordoff y Merghan L. O´Sullivan, Decano Cofundador de la Columbia Climate School, y la catedrática de la Harvard Kennedy School respectivamente han precisado que agravaría las tensiones por los recursos, intensificaría la competencia y reduciría la cooperación.

Es así como debemos estar atentos respecto a lo que sucederá en noviembre en Sharm el Sheij, Egipto, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Cop-27), muchos especialistas realizan prospectiva e infieren un escenario radical donde apremiará los compromisos respecto a las energías limpias y la producción principalmente en Latinoamérica de “hidrógeno verdes”.

Hoy urgente le gana a lo importante, es decir, el tema económico está absorbiendo parte importante de las preocupaciones de la sociedad, pero, como dato en 2012 México se convirtió en la primera economía emergente (gran productor de petróleo) en promulgar legislación climática.

Hoy en el mundo son los jóvenes activistas quienes buscan proteger y conservar los ecosistemas, se resisten a heredar un mundo más contaminado, más precario, inseguro, injusto y cruel. Ese escenario es distópico que no nos debemos permitir.