Un trozo de historia

Juan Noel Armenta Lopez

Había mucho ruido en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Borbotones de gente iban y venían con maletas. El ruido de los motores de los aviones inundaba el ambiente. La hora: once de la mañana. El día: viernes. El año: no lo recuerdo. El mes: septiembre. Había una nube de periodistas con libretas de taquigrafía en mano y grabadoras de carrete largo. Esperaban la entrevista con el presidente de la República que venía de París. En los gafetes de identidad de los periodistas se leían logotipos de sus periódicos: El Nacional, Excélsior, Novedades. En un espacio de silencio se alcanzaron a oír algunas preguntas que intercambiaban los periodistas para interrogar al presidente. Arropándose el cuello con una bufanda enrollada, un reportero, dijo: hay que insistir en la cuestionada honestidad de la que tanto presume el presidente. Habría que preguntarle sobre la renuncia reciente de medio gabinete de su gobierno, dijo otro comunicador. Y por supuesto también sobre ese programa fracasado “De Camino al Mar”. Cuando fue gobernador de su Estado ya era un anciano, y luego llegó a la Secretaría de Gobernación, y ahora a la presidencia, para mi que desde la gubernatura se hubiera caído por su edad avanzada, inquirió otro reportero. De pronto se oyó un grito: ¡El presidente ya está en la sala de prensa! Y todos corrieron buscando la noticia de ocho columnas. El presidente permanecía de pie enfundado en un abrigo negro satinado. Pregunta el primer reportero: ¿en verdad, señor presidente, usted es honesto, honesto, honesto, como tanto lo pregona? Contesta el presidente: honesto, así, tres veces como usted lo dice, por supuesto que no. Y agregó el presidente: mire, la corrupción y la deshonestidad son hermanas entrañables y cómplices, la corrupción no se puede extinguir, solo se reduce, aquél que diga que terminará con la corrupción está mintiendo, o no sabe lo que dice, y seguro terminará siendo uno más de los que dice combatir, la deshonestidad y la corrupción solo cambian de forma, pero conservan la sustancia que las motiva. Señor, otro reportero pregunta: sobre la renuncia de varios secretarios de estado, le pregunto, ¿esto significa que hay inestabilidad política en su gobierno? Contesta el presidente: todos ellos, de quienes usted habla, son personas brillantes y honorables, solo me pidieron la oportunidad de pasar a formar parte de la “reserva del talento nacional”, y yo acepté, porque seguramente estarán mejor que en un lugar donde ya no querían estar. Señor, pregunta otro reportero: muchos pensamos que, por su ancianidad, no terminaría ni la gubernatura, que seguramente se caería del cargo, y mire se brincó de la gubernatura a la Secretaría de Gobernación, y luego a la Presidencia, ¿se siente usted bien de salud? Contesta el presidente: tiene usted toda la razón, la verdad es que sí me caí, pero me caí hacia arriba, desafiando a la ley de la gravitación política, y me siento bien, el poder para algunos ancianos como yo es un complejo de vitaminas extraordinarias, como usted lo acaba de corroborar. El presidente de despidió de mano en mano de todos los presentes, dejando a los reporteros sin poder digerir la profundidad de las palabras. No cabe duda que lo jocoso no mengua el punto fino de la crítica. Caro lector, usted tiene la última palabra. Doy fe.