Estoy hecho a la antigüita
Marco Aurelio González Gama

Ya les he comentado en anteriores entregas que estoy pasando por un momento existencial en donde me es imposible soportar ciertas manifestaciones de la actualidad —políticas, económicas y sociales—, de la más diversa y disímbola orden por la escandalera que provocan. Admito que la intolerancia me domina, pertenezco a una generación a la que le parece abominable el ruido, la estridencia, el escándalo y las «imágenes multicolores» (es una metáfora), soy más de blanco y negro. Y en ese sentido el papel que están jugando algunos precandidatos de la baraja que se maneja en los diferentes partidos políticos me provoca una irremediable pena ajena al ver lo que están dispuestos a hacer con tal de darse a conocer.

Perdónenme pero su servidor está hecho a la antigüita. Simpatizo con políticos como Enrique de la Madrid, acá en lo local José Yunes Zorrilla y Ricardo Ahued Bardahuil, a quienes es difícil ver salirse de una postura seria y políticamente correcta. Alucino personajes como Salgado Macedonio o Gerardo Fernández Noroña. El tiktok se ha convertido en una herramienta indispensable para llegar a las masas haciendo cualquier tipo de payasadas y barbaridades, mientras este escribiente lo único que quiere es que le digan cómo solucionar los problemas públicos del país. Híjole, qué difícil realidad porque, en este mundo de hoy, los estridentes son los que ganan. Y no me hago tonto ni me engaño, todo esto tiene que ver con la emergencia de las redes sociales. Hoy, en esta época de Twitter, Instagram, Facebook y TikTok, muchos políticos tienen claro que hay que atrapar al público con mensajes cortos y divertidos. En ello radica la clave para que un video se haga viral. De acuerdo a estudios recientes, los líderes estridentes desencadenan muchas más reacciones y generan más «likes» que los líderes tradicionales. La realidad es que la gente prefiere la política como espectáculo, como si la política no fuera un asunto serio. Ahí sí me declaro plenamente seguidor de Platón y de Aristóteles, para quienes «la política es un asunto de gente que sobresale por su sabiduría intelectual, por su elevada virtud y por su experiencia del mundo». Los fanfarrones tipo Trump se cuelan en los partidos tradicionales y los atrapan y los hacen suyos. Dicen cosas más interesantes, aunque sean puras sandeces por decirlo con elegancia. La superficialidad le está ganando terreno al conocimiento profundo. Los políticos serios están siendo eclipsados por la banalidad. Penosa circunstancia en la que se encuentra la seriedad porque no provoca miles de likes y seguidores.